Procesión

La Victoria también vive su Noche en Blanco con el Rocío

La imagen de la Novia de Málaga vuelve a revolucionar las calles de un barrio que se deshace con su Virgen cada vez que sale en procesión con motivo de la solemnidad de Pentecostés 

Ignacio A. Castillo

Ignacio A. Castillo

Infinitas petaladas reciben a la Virgen. Las calles, engalanadas desde hacía días, en una espera impaciente por recibir a la Novia, se deshacen en elogios, en vítores y piropos. Llueven aleluyas de los balcones... El Rocío vuelve a revolucionar su barrio y la Victoria vive una particular Noche en Blanco con Ella, un año más, por Pentecostés. Estas escenas de devoción y cariño se repiten, sea en la Pasión, sea en la Gloria. Porque, en realidad, y en su caso, no existen muchas diferencias. Aunque esta procesión tiene quizás ese carácter patronal que entibia el obligado itinerario directo hasta el Centro de cada Martes Santo. Y eso, en días como este, saben aprovecharlo bien los vecinos.

Muy elevada sobre su trono, iluminada por cuatro arbotantes dorados, salía el Rocío de su casa hermandad bajo una cúpula de flecos, banderitas y flores de papel en la plaza de San Marcelino de Champagnat. Era solo el principio. Plaza a plaza. Calle a calle. Rincón a rincón... todo es por y para la Virgen del Rocío. Con un itinerario renovado en esta ocasión, pasando por nuevas vías o haciendo a la inversa las de siempre. Por cualquier lugar, desde el de mayor popularidad del Altozano, la Cruz Verde y Las Lagunillas, donde una representación de la Agrupación de Glorias saludó a la imagen y unos metros después aguardaba a la Virgen una alfombra realizada por 475 kilos de sal y una petalada con más de 1.875 tallos de rosa y dónde la banda atacó ‘El Amor en tu Dulce Mirada’; hasta el de mayor oficialidad de su recorrido, ante San Lázaro, con repique de campanas y una inmensa pancarta inmaculadista con el lema ‘La Virgen de Pentecostés’, o la entrada al Santuario a rendir honor a la Patrona. O en el recibimiento ante la casa hermandad del Calvario, donde tampoco faltaron los pétalos y una salva de cohetes.

Procesión de Pentecostés de la Virgen del Rocío por el barrio de la Victoria.

La imagen de la Virgen del Rocío, en el inicio de la procesión. / Ignacio A. Castillo

“¡Viva la Señorita de las Lagunillas!

¡Viva el barrio de la Vitoria!

¡Viva la Virgen del Rocío!”, podía escucharse en pleno éxtasis victoriano y antes de ‘Novia de Málaga’, para salir al Jardín de los Monos. Porque la música, que interpretaba la banda de la propia cofradía, niños que comenzaron por devoción y que han encontrado junto a la Virgen su pasión y, en algunos casos, hasta su profesión, y que este sábado se vaciaron, era colaboradora decisiva en crear el necesario ambiente festivo con un repertorio de corte alegre, con algunos matices de clasicismo (Artola, Morales, García o Gámez), que incluía el Himno de Andalucía y la Marcha Real, para que la imagen se hiciera a la calle, 'Ros Coeli Regina Mundi' para girar al Altozano, 'Puerta del Cielo', ante San Lázaro o 'Divina Pastora', con motivo de la inminente coronación canónica de la imagen capuchinera, para ascender la rampa de acceso a la Basílica de la Victoria, donde volvió a hacer estación. 

Procesión de Pentecostés de la Virgen del Rocío por el barrio de la Victoria.

Una vecina de la Victoria observa el paso de la procesión. / Miguel Ferrary

Y todo ello, mientras que en el Centro se sucedían las actividades culturales, las visitas a los museos, los conciertos... más de 150 propuestas gratuitas por la XV edición de la Noche en Blanco de Málaga. Pero para blanco, color devocional del pueblo malagueño, el que dominaba este sábado en la Victoria: la Virgen del Rocío, un icono inconfundible, que cubría su cabello de tirabuzones con una mantilla de estreno, de encaje de Bruselas de finales del siglo XIX, con base de tul de seda con topos, plumetti, con diseño de guirnaldas de flores colgantes, cuatros esquinas con ramos de flores y amapolas, y los bordes con hojas de palmas, y que ha sido una donación de hermanos y devotos de la Virgen. 

Un nutrido cortejo conformaba la procesión que antecedía al trono, que iba adornado con equilibrio a base de calas blancas y tempranas varas de nardos. 

La Virgen representa la cotidianeidad de su barrio. El referente que nunca falta. Esa ayudita cuando más se precisa. Es la imagen a la que se le reza por costumbre, pero sin ligerezas, que no está tampoco para tonterías. Vecina y confidente de tantos. Y tanta querencia, tanta propensión, se traduce en un blanco seísmo de devoción popular, cada vez que es Pentecostés.