Semana Santa Málaga

La Victoria reinaugura su condición nazarena con su Señor de la Humildad

El pueblo sigue eligiendo a Barrabás más de 2.000 años después y condena al ostracismo al inocente tras un ordenado cortejo mercedario que bajaba del Compás para ascender el Altozano

Humildad | Domingo de Ramos 2022

Ignacio A. Castillo

Ignacio A. Castillo

Ignacio A. Castillo

Las famosas zambras de Miguel de los Reyes hablaban de noches bonitas de España, de primaveras renacidas, de verdes gitanas, de clavo y de canela... ante el monumento en bronce a este malagueño primordial, en la plaza de la Victoria, discurría penitente el sobrio cortejo mercedario de la hermandad de la Humildad. Encontrarte un frente de procesión al cruzar una esquina cualquiera siempre te produce un cosquilleo de emoción ante lo que está por venir. Si es el de la Humildad, tan cuidado, tan solemne, tan bonito... esa sensación es mayor. 

De fondo sonaba granadero. Altos cirios tiniebla al cuadril se sucedían, uno detrás de otro, ordenados. La cofradía acababa de salir del Santuario de la Victoria levantado en honor de la Patrona, su sede canónica, y se reencontraba con su barrio que inauguraba con ella su condición nazarena irrenunciable. Quedan días de reconocerse a sí mismo en torno a sus cofradías. El barrio histórico más vivo de la ciudad. 

Cristo es presentado al pueblo, que elige a Barrabás. 2.000 años después, el pueblo sigue eligiendo a muchos barrabases, mientras condena al ostracismo a los inocentes, que prefieren refugiarse en el calor que les aporta la intrascendencia. El portentoso Señor de Buiza se vuelve a asomar al balcón de la ciudad, tan manso, tan dócil... con su caña por cetro y coronado de espinas. A su alrededor, el teatro concebido por Elías Rodríguez Picón: Pilato, en su papel más pusilánime, Caifás, acusador, Claudia Procula, temerosa de Dios... y Barrabás, que sabe aprovechar la coyuntura. 

La banda de la Esperanza, que revolucionó el Sábado de Pasión con el Mutilado, volvía a poner sus sones tras el misterio del Ecce Homo. Mucho Escámez y composiciones propias. Lo clásico nunca se pasa de moda. Inconfundibles para este binomio perfecto de cada Domingo de Ramos. 

Una representación de la cofradía del Rocío recibió a la comitiva con su guion corporativo. Ya empezaba a pasar la sección de la Virgen de la Merced. El escudo en el babero del antifaz delata el carisma de la corporación. 'Servitas Blancos', según los concibió Casielles, o los mantuvo Juan Quintana. 

De rosas rosa venía adornado el trono de la Virgen de la Merced, y no de blanco. San Juan se esfuerza en consolar el dulce dolor de la Madre y Señora bajo palio. Como los músicos de la banda de Eloy García de la Archicofradía de la Expiración, que acompaña al trono poniendo lo mejor su parte. Un camino de naranjos para escoltar el tránsito de la dolorosa en su ascenso por el Altozano, continuo en la subida, prolongado en la bajada hasta la calle Peña. Y marchas sublimes salidas del ingenio de López Gándara o Marvizón, auténticos genios contemporáneos de la música procesional.