Semana Santa Málaga

Lágrimas y Favores: un reencuentro esperado

Orden nazareno, trono y música fusionados en uno y mucho público en la salida de la Virgen de Lágrimas y Favores, que abrió la tarde del Domingo de Ramos en el recorrido oficial

Miguel Ferrary

Miguel Ferrary

La iglesia de San Juan es bullicio, emoción, nervios y encuentros. Mientras las puertas están cerradas, hay un sinfín de nazarenos y hombres de trono, casi sin caber. Se saluda, abrazan, hablan, se desean lo mejor para la procesión. También hay fotógrafos y cámaras buscando a un mayordomo del trono de la Virgen de Lágrimas y Favores. Los atiende con paciencia. Hay que saber ser estrella en todo momento y no es fácil. Eso sí, cuando se baja el capillo, Antonio Banderas desaparece y sólo queda el mayordomo de trono. Uno más en el conjunto del cortejo.

Llama la atención el contraste de la cofradía. Casi impensable cuando se espera en la calle Calderón de la Barca o Fernán González. El espectador ve en esos momentos una larga fila de nazarenos salir de forma ordenada y precisa. Nada hace pensar que unos minutos antes, la iglesia de San Juan era alboroto. Una mezcla que, a ojos inexpertos, parece un caos sinsentido. Pero no. Han pasado dos años desde la última procesión, pero está todo tan aprendido, que salta como un resorte cuando es la hora. Todos saben dónde colocarse. Los mayordomos de tramo conoce qué hay que hacer y el cortejo se organiza con precisión.

Un ejemplo de esto se vivió en la última parte del recorrido. Ya de recogida discurría la procesión por la calle Cisneros y Especería, para entrar en Nueva y girar hacia San Juan. Pero tuvo que esperar alrededor de media hora a que pasara Humildad y Paciencia, que también entraba en la calle Nueva procedente de la plaza de la Constitución. Este desajuste, provocado por Salutación, obligó a Lágrimas a esperar. Eso sí, las filas de nazarenos aguantaron sin descomponerse, algo encomiable por la hora y la espera que tuvieron que aguantar.

Lágrimas y Favores desde San Juan | Domingo de Ramos 2022

Miguel Ferrary

La insistencia en hablar de los nazarenos de Lágrimas es por un hecho reseñable. Con un único trono, presenta un número de nazarenos similar al de muchas cofradías con dos tronos. Y eso es algo que merece la pena reseñar. Una procesión no es el trono. Es desde la cruz guía hasta el aguador. Todo tiene un por qué. Son todas piezas esenciales de un conjunto que tiene su sentido completo. Por eso, cuidar los detalles de toda la procesión es uno de los valores de la mayordomía de Lágrimas. El nazareno no es lo que hay que poner antes del trono. Tiene su protagonismo y eso se nota en la calle. Y se agradece. Es emocionante ver largas filas de nazarenos bien organizadas, cuando en otros cortejos suelen ser de relleno. El trono de Lágrimas es el elemento más visible de este conjunto. Es la cúspide. Y así debe ser, ya que lleva a su titular. Pero toda cúspide cofrade se asienta, o debe asentarse, en una base nazarena sólida.

Llegando a esa cúspide, el trono de Lágrimas ha vuelto por donde suele. Su estilo ha sentado cátedra y son muchos los tronos que imitan ya su forma de estar en la calle. Aunque hay que reconocer que ellos han sabido ganarse ese carácter a base de trabajo y ensayo. Todo le sale ya natural. La voz de Manolo Galindo, capataz del trono y referencia en la procesión, pone las órdenes precisas. El trono parece que camina solo. La Banda de Música de Arahal, con la que la mayordomía de Lágrimas mantiene una larga relación, es clave para este trono, donde la música juega un papel importante. No hay más que ver cómo, en la calle Especerías, al poco de salir, interpretó 'Tras tu verde manto'. Pasos cortos, mecidas suaves, un paso adelante y otro atrás. La marcha marcaba el paso y la Virgen era llevada con suavidad por los portadores. Este año, además, con una baja sensible. Gonzalo no ha podido salir tras 18 años. Lo hará con su padre como nazareno de vela en el Rocío. Una buena razón para esta ausencia, aunque él mismo reconocía sentirse raro al verse fuera y ver la Virgen como espectador.

El nuevo recorrido hace que la salida de Lágrimas se termine rápido. La compleja maniobra de salida desde el interior de San Juan, este año con más suspense que otros años, pero airosa. La curva de Calderón de la Barca con Fernán González o la siguiente con Cisneros. Luego llega Especerías y el recorrido oficial. Se ha perdido ese acompañar a la Virgen por un tramo largo antes de entrar en el recorrido oficial. Se hace corta la salida. Pero aún así, uno se encuentra con momentos para guardar, como la saeta cantada por Joaquín Cabello en la calle Cisneros. A pelo. Con emoción. Una joya. O cuando pasó el trono frente a la calle Nueva, donde tanto ha vivido este cortejo durante años. Los aplausos fueron atronadores y los portadores mecieron a la Virgen, la acompasaron en ese punto. Sin necesidad de música.