Viernes Santo

Piedad: El Molinillo se reivindica con su Virgen

Los vecinos llenan las aceras de Alderete y San Bartolomé mucho antes de que la cofradía se ponga en marcha, perfectamente formada, desde la iglesia de San Dámaso y acuda al encuentro del trono, que aguardaba en la casa hermandad, con la imagen que es tradición viva y vivida a diario en su capilla callejera de la Cruz

Ignacio A. Castillo

Ignacio A. Castillo

Piedad de excelsitud y gloria fúnebres. Piedad de fervores desbordados y ojos anegados de devoción. Piedad de sentimientos y tradición viva y vivida de generación en generación en El Molinillo. Piedad de recogimiento el Viernes Santo. De caoba y de iris de penitencia. De sacrificio asumido en la cima del Gólgota. La Virgen de la memoria, la del corazón de quienes la buscan cada día tras las rejas de su capilla, sale a la calle para compartir con Málaga un dolor tan grande que la consume. Es Viernes Santo en el barrio y en la calle Alderete no se cabe. El Molinillo se reivindica con su Virgen.

"Déjame que te restañe

ese llanto cristalino,

y a la vera del camino

permite que te acompañe.

Deja que en lágrimas bañe

la orla negra de tu manto

a los pies del árbol santo

donde tu fruto se mustia.

Capitana de la angustia:

no quiero que sufras tanto".

Así reflexionaba el poeta Gerardo Diego. Así, comportaba este trance de María con los recuerdos de aquella mocita de Nazaret que en Belén envolvía en pañales a su Hijo recién Nacido. Otro sudario cubre su cuerpo, ahora lacerado.

Piedad | Viernes Santo 2023

Ignacio A. Castillo

Todos llevamos guardado en nuestro corazón la imagen de una Virgen íntima, a la que hablamos con las puertas del alma abiertas de par en par, sin tapujos, en el diálogo más sincero y emotivo que puede tener un cofrade con esa, su titular más cercana. Con esa, por medio de la que pone cara a la Madre de Dios. Algunos lo hacen rezando, cerrando los ojos en la distancia para imaginarla, o frente a frente, sin perderle la mirada ante su capilla o sobre su trono. Otros arrancan la plegaria en forma de saeta con ese pellizco sentido que nace de la misma raíz del hombre, que con su canto desgarrado sobrecoge en cualquier rincón de esta Málaga, porque su eco es música del cielo. Otros, consagrándole el sonido de sus instrumentos. Otros, incensando su camino. Otros en silencio, reflexionando en el anonimato nazareno. Otros, ofreciendo su hombro para su maceración bajo el precioso peso del varal… En El Molinillo, esa imagen tiene un rostro definido de lágrimas secas de tanto llorar. Un rostro de mujer madura que se deshace, literalmente, ante tanto dolor. Que languidece. Que contiene el gesto y lleva la procesión por dentro, aunque por fuera sus cofrades la manifiesten.

El corazón se detiene en un latido interminable que quiebra de emociones la tarde del Viernes Santo. Silencio. Un suspiro tenue, una pena inconsolable, tiñe de escarlata ya la calle que aguardan la penitencia. El cuerpo yermo. La sangre, helada. Los lirios rematan su altar, junto a rosas malvas. El sudario arrulla el rigor del martirio supremo, ya consumado, desnudo, en el Calvario del Molinillo. La Piedad de agonía interna, la humilde princesa de su palacio sagrado de cales, a la vuelta de la esquina, donde todos a su paso diario se presignan. La Virgen de la angustia serena.

Calles llenas

Faltaba todavía más de una hora para que comenzara a salir la procesión y las aceras estaban colmadas. La mayoría eran sus vecinos. Los niños jugaban a dar patadas a una lata en la calle por donde habitualmente no dejan de pasar los coches. La cofradía venía formada desde el templo de San Dámaso, donde fueron citados los nazarenos, que se encaminaban a la casa hermandad, donde llegaban las autoridades: el alcalde, concejales, el presidente de la Diputación de Málaga… Francisco Salado fue, de hecho, quien dio los primeros toques de campana.

Salía el trono lentamente del salón. Las cabezas de varal besaban la fachada del edifico de enfrente, y eso que los varales no pueden estar completamente extendidos. La anchura de la calle no da para más. Por eso, antes de doblar hacia San Bartolomé, el trono se para y mientras se recita desde un segundo piso y se canta una saeta, se despliegan por completo en un visto y no visto. Antes incluso de que terminara la oración cantada, el trono ya había entrado en San Bartolomé.

La banda de música de Zamarrilla cumplimentaba este Viernes Santo 19 años de acompañamiento a la Virgen de la Piedad. Y con ‘En los brazos de una Madre’, daba sus primeras mecidas en el corazón de El Molinillo