El antiguo Convento de las Claras, en Vélez Málaga, acumula ya cinco siglos de historia. Pero quizás la orden de las clarisas nunca pasó un peor periodo: tres años ya sin agua potable en sus grifos y la mitad de sus integrantes, seis de las 13 que comparten vida contemplativa en el nuevo monasterio de la carretera de Arenas, originarias de países como la India o Kenia. «No son buenos tiempos, a la crisis que hace que cada vez vengan más familias a pedir ayuda, hay que añadirle una tremenda falta de vocación entre las jóvenes españolas y, en estos años, que ni siquiera tenemos agua».

El panorama actual es bastante oscuro para aquellas mujeres que potencialmente quieran entregar su vida a Dios, como reconocen las propias monjas veleñas. La caridad de agricultores del entorno de su nuevo monasterio les permite al menos usar agua no potable para lavar o asearse. El Ayuntamiento les proporciona con determinada frecuencia camiones con cubas para evitar desplazamientos constantes. Y lo último, la ayuda de «Don Jesús, gerente del Eroski, en el Centro Comercial El Ingenio», que les facilita asimismo agua embotellada como ayuda.

Hasta han organizado una cena benéfica que les permita recoger fondos e instalar la conducción de agua que en su momento no quedó contemplada en el proyecto, así como para poder terminar algún día las edificaciones para cultos, cuyas estructuras también pasan a formar parte de esos paisajes de ladrillos abandonados que trajo la actual recesión.

Evangelizadores evangelizados

«Somos muy pocas y lo que se hace es facilitar hasta las nuevas tecnologías para las personas que nos necesitan. Estamos ultimando una página web y tenemos a disposición de las familias nuestro correo electrónico, lasclarasdevelez@yahoo.es, donde formular consultas en cualquier momento. Las atendemos todas, una por una, con la ayuda de una de nuestras hermanas», manifiesta la única clarisa nacida en Vélez.

La capital axárquica, después de municipios como Antequera, ha sido un enclave con mucha tradición como lugar de residencia de numerosas congregaciones. En la actualidad, sin embargo, poco más de una veintena de religiosos desarrollan su labor activa o contemplativa. A las 13 monjas clarisas hay que añadirle una decena de carmelitas o tres frailes franciscanos. En el actual Monasterio de las Claras conviven cuatro religiosas de origen africano y dos más procedentes de la India. «Podemos imaginar que en unos años España sólo tenga monjas nacidas en el extranjero, cuando tradicionalmente hemos sido un país que ha llevado a religiosos y religiosas a otros países. Pero el Señor querrá que ahora seamos evangelizados y no evangelizadores».

En las clarisas, la mayor de las hermanas tiene ya 86 años, mientras que la más joven, una de las monjas de Kenia, tiene 25. Es el rango de edad de una orden que sufre esa falta de regeneración en sus muros: «Somos reflejo de esta sociedad, la juventud cada vez es más individualista, vive muy superficialmente el día a día. Sin que se pare a buscarle sentido a su vida». Y como prueba de esa realidad, testimonios como la de un párroco de una residencia cercana: «Cada vez hay más casos de hijos que al drama de meter en su día a sus padres en una residencia, se les añade que ahora los están sacando, porque no tienen dinero, para sobrevivir con su paga. Los ancianos, entre lágrimas, explican que se sienten como objetos».