Desde hace una década Trasto Teatro pone en práctica su particular concepto de teatro: funciones intelectualmente provocadoras ejecutadas en un domicilio, lejos de los espacios escénicos más convencionales -a los que recurren en momentos muy concretos-. Es el Teatro de la Decepción, una protesta activa contra «los inmovilismos culturales».

Con los elaborados textos y la esmerada dirección de Raúl Cortés, llevan diez años pronunciándose sobre una realidad que no les gusta. Y que pretenden cambiar: su nueva obra, Los satisfechos, una «parábola sobre el reparto de la riqueza», no se queda en la reflexión; la recaudación de cuatro de sus funciones -esta noche la primera en el Teatro Echegaray- irá íntegramente destinada a Acción Contra el Hambre, concretamente a sus programas de desnutrición infantil severa.

Raúl Cortés nos explica la filosofía de esto que han denominado Actuar Contra el Hambre: «El teatro que nosotros practicamos responde a una forma de entender el arte como una herramienta más al servicio del hombre, en su afán de encontrar una vida mejor. Y como Trasto Teatro trabaja en la construcción de puentes entre el teatro y la acción sociopolítica, entendimos que había que dar un paso más, que no todo quedase en la denuncia de un texto dramatúrgico y la puesta en escena; sino que tuviese una repercusión tangible en la sociedad. Así que nos pusimos en contacto con Acción Contra el Hambre y le planteamos completar un ciclo de cuatro funciones, llamado Actuar Contra el Hambre, cuya recaudación íntegra fuese destinada a paliar la desnutrición severa infantil. Justo en un momento en el que los estados han bajado de los presupuestos las partidas destinadas a cooperación para el desarrollo y atención humanitaria».

Comedia. Los satisfechos, que cuenta con las interpretaciones de Nerea Vega, Salva Atienza y Pepi Gallegos, es la primera comedia de Trasto Teatro. Pero, claro, una comedia muy trasto: «Hemos trabajado con la idea de crear una especie de caballo de Troya: en apariencia, una ofrenda amable, pacífica; en el interior, la furia y el veneno. Con Los satisfechos nos hemos reído, por primera vez, en diez años de historia de la compañía. Descubrir el humor como punto de partida ha sido sanador para el grupo y, creo, también lo será para el público. No obstante, no perseguimos la sonoridad de la carcajada, sino la transgresión de una risa afilada».

Curioso que hablemos de una comedia cuando la función comenzó a partir de esta reflexión de Raúl Cortés: «Yo soy de pueblo, y desde siempre escuché a mis abuelos una letanía que, luego, heredaron mis padres que, a su vez, trataron de extender a sus hijos. Esa máxima decía así: La honra es del pobre. El significado y las consecuencias de esta expresión son demoledores. Es un yugo cultural que unce a la resignación y el acatamiento.

Sinceramente, creo que este principio no lo inventó ningún hambriento, seguro que lo acuñó uno de esos señores poderosos, porque solo a ellos beneficia esta creencia. Por casualidad, leyendo a Wilhelm Reich, me encontré con esta reflexión: El problema fundamental de una buena psicología no es saber por qué el hambriento roba, sino al contrario, por qué no roba. Y me puse a investigar por qué no roba. Los satisfechos es esa pregunta sostenida». Pregunta, sí, porque en las obras de Trasto no hay respuestas.