Han pasado unos meses desde la concesión del premio; entonces se confesó «noqueada» por haberlo ganado. ¿Lo ha asimilado ya?

Supongo que es de Julio Cortázar de quien he heredado la afición por las metáforas pugilísticas. Él era un gran aficionado al boxeo y ha sido también uno de los autores que más han influido en mi afición a la literatura. Así que, sin abandonar la imagen, quizás cabría decir que el buen boxeador no es sólo el que tiene una buena pegada, sino el que se ejercita en el arte de encajar los golpes, incluso los golpes de suerte. El transcurso de los días ha hecho que me sienta un poco menos abrumada, pero no menos agradecida y satisfecha.

¿Ya ha sentido cómo el premio ha supuesto un aval importante para su trayectoria, o aún es pronto para evaluar la utilidad del galardón?

Los términos utilidad y evaluación están en las antípodas de la poesía. Uno escribe porque lo necesita, porque no sabe vivir de otra forma, y en ese sentido, el premio ha supuesto, sobre todo, un aliciente más para seguir creando, porque confirma que lo que hago llega a la gente, que hace cosas a la gente que lo lee, y ese es, al fin y al cabo, uno de los premios más importantes a los que aspira el poeta.

Asegura que es fundamental para usted el diálogo entre el libro y su lector. ¿Cómo es la conversación entre Mientras la luz y su lector?

La conversación entre el poema y el lector es un elemento inherente a la literatura, algo indispensable desde el momento en el que lo que escribimos sale del cajón y se muestra ante la mirada ajena. Cada lector hace suyo el poema en cada una de las lecturas, y de alguna forma, el poema va cambiando al compás de esa experiencia. Parafraseando a Heráclito, uno no puede bañarse dos veces en el mismo texto. De ahí que el diálogo de Mientras la luz con sus lectores esté siendo siempre distinto, fructífero, fértil y enriquecedor.

Su concepto de la literatura es clásico. De hecho, recuerdo alguna declaración suya al respecto de lo perjudiciales que te resultan las redes sociales en el sentido del tiempo que roban, del tempo rápido que instauran. ¿Toca defensa numantina?

Las redes sociales son útiles para muchas cosas. Por ejemplo en el campo de la concienciación y movilización de los ciudadanos contra la ignominia de la clase política o contra la injusticia o la falta de solidaridad que nos impone el capitalismo salvaje. Pero hay que hacer un uso cauteloso de ellas cuando se convierten en soporte de la literatura o en sustituto de la vida, de la vida real, de la vida de carne y hueso. No sólo perdemos mucho tiempo en las redes, sino que además, la inmediatez con la que nos obligan a comunicarnos hace que olvidemos valores importantes, valores relacionados con la espera, la atención, la lentitud, la calma. Antiguamente había que esperar una carta durante semanas, y por eso había que pensar muy bien lo que queríamos decir en ella. Ahora le damos salida a lo primero que pensamos y en décimas de segundo está siendo leído por todo el mundo. Esto es muy peligroso.

Una de sus obsesiones es encontrar la palabra justa, precisa. Como profesora de Lengua supongo que en parte también tratará de inculcar eso en sus alumnos, pero me temo que le resultará complicado...

Si los jóvenes se expresan mal es porque imitan la manera de hablar de los personajes públicos que aparecen en los medios de masas. Pero eso no quiere decir que hayan perdido el respeto por la palabra. Muy al contrario. Nuestra vida está hecha de palabras. Un adolescente puede pasarse toda la noche sin dormir por tres palabras que pueda haber recibido, o no, en un whatsapp. La palabra no sólo sirve para comunicarnos, sino que construimos el mundo a través de ella. Los jóvenes lo saben, pero no tienen buenos ejemplos a su alrededor. Habría que esforzarse por evitar que perdiesen esa capacidad.

@victoragom