Orquesta Promúsica

Sala María Cristina

Director: Javier Claudio. Solistas: Alejandro Romero y Javier Claudio Martínez, violines.

Es una circunstancia más de la temporada de conciertos que la habitual sequía de propuestas musicales que se produce en nuestra ciudad tras las fiestas navideñas se alargue hasta bien entrado el mes de febrero. No es extraño que muchos aficionados en estos días deambulemos sin mucho tiento, con cierto sentimiento de abandono. La realidad es que esas otras propuestas que no compiten con los grandes carteles tienen su oportunidad para hacer ver que la música sigue viva, que las propuestas se suceden y, por supuesto, que se puede descubrir un talento nuevo fuera del ámbito de la música profesional. Tal es el caso del proyecto que desde hace ya seis años pilota el catedrático de violín y pedagogo Javier Claudio.

La Orquesta Promúsica, lejos de oportunismos y poses, lleva más allá de las aulas, de los buenos propósitos y las encendidas proclamas un proyecto formativo real y solvente fruto de la insistencia de su figura central, el maestro Claudio. Más de cien conciertos avalan el esfuerzo y estudio de sus jóvenes componentes, que han sabido trasladar de la rigidez de los estudios reglados un formato diferente de aprendizaje donde todos comparten conocimientos. Uno de los resultados de este proyecto, respaldado por Fundación Musical de Málaga, no es otro que una temporada de conciertos en esa gran sala que posee esta ciudad, la María Cristina. A este extenso currículo se unen, además, los dos discos compactos que han dado a conocer, el último de ellos este pasado diciembre, donde recogen obras de compositores tan cercanos a nuestra aportación al repertorio como Emilio Lemberg.

Si el primero de los conciertos tenía como protagonista a Vivaldi y sus Estaciones, la música del viejo continente se mezcla con las aportaciones del otro lado del Atlántico para presentar, en esta segunda cita, un programa de ida y vuelta a caballo entre el siglo diecinueve y veinte. Una prueba más de la versatilidad de este conjunto, capaz de resolver con garantías todo un programa de concierto, sin duda, recomendable tanto por el mencionado repertorio como por la calidad técnica e interpretativa de sus intérpretes.

Joaquín Malats fue el elegido para el estreno de buena parte de la Suite Iberia, de Albéniz; su faceta como pianista ocultó el trabajo que como compositor realizó en su carrera, hasta el punto de convertirse en un desconocido para el gran público. Su Serenata Española, pieza encuadrada en ese cada vez más divulgado movimiento musical del siglo diecinueve español denominado alhambrista, servía de cabecera al recital; en la Serenata se resume el motivo aglutinador del mismo: la música como vehículo de emociones y sentimientos.

Tras las castañuelas de María Victoria Martínez para acompañar al Intermedio del maestro Jiménez, cerraba la primera parte del concierto la Fuga con Pajarillo, del venezolano Adelmaro Romero. La sombra de Bach planeó sobre la sala presentando una pieza de gran valor no sólo en su faceta estructural de fuga a tres voces y su posterior variación, sino también por el interesante material temático empleado por el autor en la partitura.

Canciones irlandesas y escocesas protagonizan la Suite para cuerdas de J. Rutter, en la que la Orquesta Promúsica destacó su carácter contrastante en los cuatro tiempos que la articulan. Los ritmos populares de canciones y danzas se apropiaron de la segunda parte del concierto. Si Rutter presentaba su aportación desde el antiguo continente, Piazzola y Gardel caminaron juntos el resto de velada, completando el interesante viaje propuesto por la formación malagueña. Descubrir a este joven conjunto supone una grata sorpresa por su notable valor técnico, artístico y, especialmente, humano.