­Ronda es un templo para el toreo. En la plaza de su Real Maestranza dieron sus primeros pasos la Fiesta tal y como hoy en día la conocemos, y cada año al llegar el mes de septiembre, se recuerda al pionero de este toreo a pie: Pedro Romero. En el día grande de esta feria que la Ciudad del Tajo dedica a este torero antiguo, se celebraba la LIX edición de la Corrida Goyesca que hiciera grande otro genial diestro de la tierra, el maestro Antonio Ordóñez.

Tras algunos años de ausencia de este apellido en los carteles de este espectáculo, este año aparecía por partida doble con el retorno de los hermanos Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez, los hijos de Paquirri y los nietos de Antonio. Lamentablemente el primero, a la sazón empresario del coso, no pudo cumplir el compromiso por la grave cogida que el pasado mes de agosto sufría en Huesca y que bien pudo tener fatales consecuencias. La presencia en el cartel de Morante de la Puebla y José María Manzanares mantenía intacto el interés por un cartel que tuvo por la mañana como prólogo un homenaje que Ronda quiso tributar a dos intelectuales extranjeros que en esta tierra supieron descubrir y amar esta tradición tan arraigada a nuestra cultura como fueron Orson Welles y Ernest Hemingway.

A las 17.30 horas, sesenta minutos después de lo inicialmente anunciado al pasarse de ocho a seis astados, se comenzaba el paseíllo con una plaza llena de aficionados. También hubo algún rostro conocido, aunque los años dorados del famoseo parecen haber pasado a mejor vida. Hoy la gente va a Ronda a ver los toros más que a dejarse ver.

Había mucho interés por ver a Morante en Ronda, en la que era su tercera Goyesca consecutiva. Siempre es un placer ver al de La Puebla del Río (aunque opte por una peculiar y poco ortodoxa vestimenta con colores diferentes en chaquetilla y taleguilla), y más en plazas en las que el arte se respira por todos los rincones. Sin duda, escenarios como este monumental coso deben inspirar a los artistas, como sobradamente ha demostrado en tardes anteriores, pero para eso es preciso contar con una mínima colaboración por parte de los astados.

Como sus compañeros, lidió un toro de Núñez del Cuvillo y otro de Juan Pedro Domecq, y ni uno ni otro se dejaron. En esta ocasión no se puede poner un pero a la actitud del matador, que incluso se dio más coba de lo que en él es habitual en busca de un triunfo que no llegó. Así, el que abría plaza pronto demostró que tenía poca fuerza, lo que le impidió estirarse a la verónica pero no dejar una media con regusto. Siguiendo con el percal llegó un quite por delantales muy ceñidos, aunque las expectativas se vinieron abajo al tomar la franela. Quiso darle ventajas y comenzó toreando por alto intercalando con una trincherilla. Luego, la pastueña embestida se encargó de deslucir el resto. Cierto es que el toro no tuvo malas intenciones, siendo doblón, pero le faltaba el fuelle mínimo para ir tras la muleta. Incluso tuvo que recurrir el diestro al zapatillazo para provocar las embestidas.

Ya ahí vimos que tenía mucha disposición, algo que quedaba ratificado con su segundo. A esas alturas, sus compañeros ya tenían asegurada la Puerta Grande, pero eso no parecía algo que le importara a Morante. En este momento de su carrera, está por encima de esas cosas, y lo suyo es crear cuando se pueda. Pero esta vez no estaban las cosas de cara, a pesar de que desde el principio se empeñó en cuidarlos. Con el capote sólo dejó un quite por chicuelinas y una media; y lo poco que vimos con la muleta fue a base de insistir e insistir. Siempre a favor de la querencia a tablas, por un instante pareció que la faena iba a tomar vuelo, aunque nos tuvimos que conformar con las pinceladas. Otra vez será?

Más suerte en el lote tuvieron Manzanares y Cayetano, que se aprovecharon de la nobleza de sus dos primeros toros en una corrida que, en sus dos hierros, demostró falta de fuerza y casta, y una presentación muy desigual que bajaba considerablemente el listón que se había logrado mantener en los últimos años. Alguno, como el tercero, fue indigno de una plaza como la Maestranza Rondeña. Entre los mejor presentados, por el contrario, se encontraba el primero del alicantino, que casi resulta cogido al ejecutar una revolera de remate de la tanda de recibo. Muy bien su cuadrilla en banderillas, brindó la faena a Paquirri antes de irse a los medios en una labor en la que siempre tuvo que pulsearlo, darle tiempo y sitio. Elegante y templado pero falto de ajuste, el animal respondió por el pitón derecho; que fue por donde su labor tomó vuelo. Menos clase tuvo por el izquierdo, aunque cuando regresó a la zurda se recuperó el empaque sobre todo en un gran pase de pecho. Mató de una estocada completa y paseó dos orejas benévolas y que marcaría el listón del público y del nuevo presidente de la plaza, Luis Candela, para toda la tarde.

Para redondear una buena tarde, aún no estratosférica, otra oreja paseaba Manzanares del quinto de Cuvillo. Fue otro burel que se dejó, pero sin emoción alguna. Sobra decir que su matador anduvo elegante con él, sobre todo porque esa es una cualidad que tiene innata. Quiso irse pronto a los medios, pero su actuación no terminaba de romper. Cierto es que hubo una tanda de naturales de categoría, aunque el largo conjunto fue un tanto despegado y se echó en falta una apuesta decidida por echar la ´pata palante´ y enloquecer a los tendidos. Nuevamente certero con los aceros, paseó un nuevo apéndice.

En el lote de Cayetano se puso claramente lo desigualdad de presentación de la corrida. Primero lidió la lagartija y luego el buey. Al primero se fue a recibirlo a porta gayola, para proseguir variado con el capote y concluir con un serpentín. Fue una agradable muestra de intenciones que se ratificó con un quite con una larga cambiada de pie para proseguir con gaoneras. En la faena vimos su versión más Rivera, con un comienzo de rodillas, entre ellos un cambiado de manos. Lo mejor fue una tanda de naturales con mucho gusto, para volver a tirar de pundonor en un final con ayudados por alto certificada con una estocada completa que le valía las dos orejas. Del nivel de las anteriores.

En el que cerraba plaza volvió a verse a un torero entregado a la Goyesca que hiciera una cita insustituible en el calendario taurino nacional su abuelo y que actualmente organiza su hermano, a quien brindó la faena. Fue un animal muy noble, con el que pudo estar a gusto en una labor desarrollada en el tercio. El trasteo tuvo la virtud de ir siempre a más y en la que el diestro se fue creciendo hasta culminar con lances muy templados, desmayados, y con gusto exquisito. Fue la sangre materna, la que viene de Ronda, la que se dejó sentir en un conjunto más clásico, sin concesiones a la galería. El colofón llegó con una estocada en los medios que completaba una tarde en la que la genética quiso que viéramos las dos dinastías toreras que confluyen en las venas de este matador.

Cayetano y Manzanares salieron a hombros entre la algarabía de los aficionados, y con toda Ronda esperándolos en el exterior.

@Danielherrerach