El amor y sus zonas invisibles

 ‘Dientes de León’, la obra póstuma de Yasunari Kawabata en la que podemos reencontrarnos con un autor esencial

Yasunari Kawabata.

Yasunari Kawabata. / L. O.

Juan Gaitán

Juan Gaitán

En el largo, vacío y, sobre todo, irresoluble debate sobre si deben publicarse obras póstumas, especialmente aquellas que no fueron dadas por terminadas por sus autores (no estaban concluidas, no estaban corregidas o, sencillamente, no merecían su aprobación final), siempre me he posicionado a favor del no más rotundo. Acaso lo mire más desde la perspectiva de autor, teniendo claramente la convicción de que si no has hecho intención expresa de querer publicarla, la obra no debe salir a la luz pública. Aquí, como en otras cuestiones, la falta de consentimiento expreso debe ser interpretado como «no» y «no es no» en todas las circunstancias. Sin embargo, me he encontrado con un serio dilema con ‘Dientes de león’, de Yasunari Kawabata, el japonés Premio Nobel de Literatura de 1968. Por varios motivos.

El primero es que había publicado gran parte de la obra por entregas entre 1964 y 1967, cosa que, por otro lado, no es una novedad, pues se trata de una práctica común entre los escritores japoneses. La cuestión, sin embargo, no es tan sencilla, porque Kawabata solía cambiar significativamente los contenidos cuando los preparaba para su edición en libro. De modo que ni siquiera habiéndose publicado por entregas podemos estar seguros de que ese fuera el texto definitivo que el autor aprobaba. De hecho, es sabido que Kawabata hizo un buen montón de anotaciones en los márgenes de los textos originales con la idea de reescribir la obra más adelante, cosa que finalmente no hizo. Si la obra terminó siendo publicada en 1972 (aunque esta es la primera edición traducida al español) fue por el empeño que puso su yerno, Kaori Kawabata, quien introdujo «casi todos» los cambios, las anotaciones, y configuró finalmente la novela.

El segundo es más importante aún. La obra está inconclusa. Si bien Kawabata era un escritor obsesivo, maniático de la perfección, que consideraba que sus obras no tenían un principio y un final claros, esta novela es inconclusa porque carece de un final. Sin paliativos. Así las cosas, la pregunta sería ¿merece la pena su lectura? Y la respuesta, clara, rotunda, es «sí». Pero de ella deriva una segunda pregunta ¿por qué? La respuesta a eso es un poco más extensa.

Como ya hemos indicado, la obra se fue publicando entre 1964 y 1967 por entregas. Estamos, pues, ante una obra de madurez (en 1964 Kawabata tenía 65 años, había nacido en 1899, en Osaka, para más señas), y tiene la solidez que pueda esperarse. El «estilo Kawabata» está perfectamente construido. Su dulcísimo modo de hacer literatura, su capacidad para la belleza, para la armonía, para la evocación. Kawabata se nos muestra aquí con todo su esplendor, con la total madurez de quien domina su voz narrativa. Está ahí todo lo que se espera de Kawabata. La sensualidad, el deseo, sobre todo el deseo insatisfecho…

Yukio Mishima, el gran alumno de Kawabata, escribió en 1961 una carta a la Academia Sueca para recomendar a su maestro para el Premio Nobel de Literatura. En ella decía que «las obras de Kawabata unen la delicadeza con el vigor, la elegancia con la conciencia de lo más bajo de la naturaleza humana; su claridad encierra una insondable tristeza. Son modernas aunque directamente inspiradas en la filosofía solitaria de los monjes del Japón Medieval. La manera en que el escritor elige sus palabras demuestra qué sutileza, qué grado de estremecedora sensibilidad puede alcanzar la lengua japonesa; su estilo único, con una agilidad infalible, es capaz de ir directo al corazón de un hombre para expresar su sustancia, ya se trate de la inocencia de una jovencita o de la horrorosa misantropía del anciano. Una concisión extrema –la concisión cargada de sentido de los simbolistas– se instala en obras cortas que, a pesar de su brevedad, engloban todos los aspectos de la naturaleza humana». Probablemente no haya mejor definición de la literatura de Kawabata, y todo eso está aquí, en esta obra breve, de tan solo 175 páginas, sin final pero capaz de contener ese universo literario tan hipnótico, tan atractivo, tan particular.

‘Dientes de león’ es una profunda reflexión sobre el amor y sus zonas invisibles, sobre lo que no vemos del ser amado, sobre sus sombras. Una metáfora bellísima sobre las áreas ciegas del amor. La madre (de la que no conoceremos el nombre) y el novio de una joven, Ineko, deciden ingresarla en un manicomio. La joven está aquejada de una extraña enfermedad, la «ceguera de cuerpo»,mediante la cual las personas y los objetos que ama desaparecen de su vista. Kawabata trata, así, la enfermedad mental como algo que forma parte del mundo simbólico, cuando no del mundo mágico. Hay una suerte de «realismo mágico» en esta obra, que entronca con García Márquez (quien era una ávido lector de Kawabata, una de cuyas obras, ‘La casa de las bellas durmientes’, inspiró, por decirlo de una forma leve, sus famosísima ‘Memoria de mis putas tristes’). Aparecen seres que no podemos saber si son humanos o mágicos, duendes, una «Miko» (especie de doncella que sirve a los dioses) que se le aparece al padre de la muchacha…

La obra es un diálogo entre los dos personajes, la madre de Ineko y su novio, Kuno. Diálogo que solo se verá interrumpido por breves pero imprescindibles anotaciones del narrador (ese narrador distante tan propio, tan habitual de Kawabata) y por un diálogo entre la madre y la hija, que en realidad es un recuerdo de la madre.

Especialmente destacable es la presencia de una campana, cuyo sonido será la voz de los locos (sic), su modo de comunicarse con el mundo exterior. Sonidos que marcan el tiempo pero también la vida. Kawabata convierte así a la campana en un personaje, dotándolo no solo de voz, sino también de discurso.

De modo que la pregunta que nos formulábamos unos párrafos atrás, de si merecía la pena la lectura de esta obra a pesar de ser una obra «no aprobada» por su autor, de no estar terminada, la respuesta es un rotundo sí, porque es un reencuentro con la bellísima literatura de uno de los más grandes autores del siglo XX.

El amor y sus zonas invisibles

Portada del libro de Kawabata. / L. O.

Yasunari Kawabata

  • Dientes de León
  • Editorial: Seix Barral
  • Traducción: Tana Oshima
  • Precio: 19,00 euros