Un esqueleto al lado de una bata. Carpetas, bolígrafos, portafolios. Jóvenes con mochila, buen humor, el tuno rezagado que anima a la muchachada. El paisaje parece el lugar común de la vida universitaria. Sólo falta el garrafón y el piso compartido, pero seduce a los estudiantes. La Universidad de Málaga celebra desde ayer y hasta el próximo 19 de marzo las jornadas de puertas abiertas para los alumnos de instituto, una cita que este año contará con la visita de más de 15.000 personas, clientes potenciales de las distintas facultades.

La carpa principal del programa, ubicada en el pabellón polideportivo de Teatinos, supone una versión en pequeño del antiguo salón de estudiante. Allí, se despliegan 46 expositores, con los reclamos y la información relativa al conjunto de las especialidades. Las dimensiones no significan nada. El ciclo, según informó la rectora, Adelaida de la Calle, es completo y se articula con charlas, actividades de orientación y visitas a centros asociados.

A los estudiantes les gustan las jornadas y no sólo por la parte más ociosa, sintetizada en opciones como el karaoke. Ni siquiera por la promesa de la megafonía, que buscaba la seducción indirecta a través de canciones con un contenido más o menos afín a la visión más dulce de la universidad: noches de bohemia, decían. Los alumnos, al menos ayer, se manejaban con mucha seriedad, preocupados por una decisión que consideran inminente.

De la Calle coincidió con el edil de Juventud, Mario Cortés, en reseñar la importancia de esta edición. Pocos termómetros resultan tan indicativos de la situación del mercado laboral. Francisco Infante, uno de los 450 voluntarios que participan en el programa, asegura que los expositores más demandados se corresponden con las carreras técnicas, caso de informática, económicas y empresariales. Este año, al parecer, el interés pragmático superará las vocaciones.

Junto a éstas, existen otras especialidades que despiertan la curiosidad de los jóvenes. El expositor de medicina es un valor seguro, aunque, de acuerdo con Alexander Ávila, disuade por su nota de corte. Hasta allí se acerca un alumno seducido por el esqueleto y el vídeo de una operación de lampadoscopia. "¿Te interesa la carrera? Qué va, yo quiero hacer teleco. Pero, ¿qué es toda esa sangre?", señala un estudiante.

La juventud, a pesar de lo que decía Octavio Paz, no es siempre un país de nubes. En la primera cita del salón había alumnos que lo tenían muy claro. A Rafael Escobar, del Instituto Gerald Brenan, de Alhaurín de la Torre, no hay quien le cuestione su futuro de ingeniero. Eva Sánchez, del Torre Atalaya, apuesta por los idiomas, aunque todavía no sabe si decantarse por traducción o filología. Otros, caso de Claudia Aguilar, dudan entre Relaciones Públicas y Comunicación Audiovisual. Las preguntas de los estudiantes casi siempre coinciden: la nota de corte, el grado de dificultad. Más allá de la oferta educativa, los expositores con más gancho se resuelven entre medicina y fisioterapia, que brinda ejercicios y masajes a los alumnos del futuro. "Con esta actividad la universidad se mantiene siempre joven", resalta De la Calle.