Jorge Shaw está desesperado. Se nota en su voz, en sus palabras, en su forma de actuar. Desde hace meses, cinco en concreto, lucha por hallar a sus cuatro hijos –Carlota, de 9 años, Nico, de 7, Hugo, de 4 y Alex, de 2– en paradero desconocido.

Su historia se remonta a su relación con Carolina Vico en 2002. La que era su mujer le ha jugado la peor pasada de su vida, según cuenta. Le dio lo que más quiere, y el 30 de junio se lo quitó. Según su versión, tiene serios problemas con el alcohol y otras sustancias que le han llevado a cometer varios delitos, el principal de ellos el de sustracción de menores.

En 2009, Jorge y Carolina decidieron poner fin a su matrimonio. Acordaron que sus cuatro hijos vivirían con ella en el domicilio conyugal, aunque los niños compartirían con el padre varios días a la semana. Según Shaw, «la cruda realidad» le demostró que sus hijos no estaban del todo bien. Primero le llegaron rumores de falta de higiene y de desatención. Después, le llegaron avisos del colegio y la guardería. «Me resultaba muy duro aceptar esto, que la madre de mis hijos no les dedicaba la atención que los niños merecían», cuenta en su blog.

Hasta que un día los recogió ebria. «Poco a poco presenté denuncias que afirmaban que los niños estaban mejor conmigo, llegó a salir de fiesta, hasta altas horas de la madrugada, con nuestro hijo pequeño, Alex, que entonces tendría unos 6 meses».

Además de estas denuncias, la mujer tiene otras por no acudir a recoger a los menores al centro de estudios, maltrato al hijo menor, «que estuvo a punto de ahogarse porque estaba borracha, o llevar al bebé bebida y caérsele éste al suelo». Su exmarido cuenta que ha sido incluso detenida por pegar a un policía nacional.

A Jorge, o Koke, como le conocen sus amigos, le cambió la vida el día que su mujer conoció a otro hombre. Un mexicano que le prometió un negocio con el que tendría que viajar muy a menudo. «Así que un día, decidió firmarme la custodia de nuestros hijos». «Yo encantado, mientras estuvieran conmigo me sentía tranquilo», apunta, Shaw.

Asegura que pasaron cuatro meses hasta que la mujer regresó a Málaga, y que en ese tiempo llamó a sus hijos en contadas ocasiones. Después volvió a Málaga, pero en una cifra total de ocho meses sólo vio a los niños cinco días.

No tuvo noticias suyas hasta el 23 de mayo. Shaw cuenta que ese día, en un restaurante del centro de Málaga, la mujer y su pareja se encontraron con un amigo de Jorge que la había denunciado tras verla con su hijo Alex a las seis de la mañana en una discoteca. «Al verlo se tomaron su venganza y le pegaron rompiéndole las gafas», cuenta.

La siguiente y última vez que recibió noticias de ella fue el 30 de junio. El día que comenzó su verdadero calvario. Le llamó para llevarse a sus hijos a comer y luego a un parque de atracciones de Benalmádena. «Ya no supe más».

Los móviles se apagaron y lo siguiente que supo es que el 1 de julio los niños cruzaron el charco hasta México, en concreto hasta Querétaro. «Lo fuerte es que los pasaportes los tengo yo, ella tuvo que hacer una denuncia falsa», dice. Lamenta, además, que la familia materna le mienta. «Dicen que no saben nada de su hija, pero no me lo creo». Critica a la Justicia, que después de cinco meses no ha dictado una orden de busca y captura contra Carolina Vico, aunque la fiscal ya la ha solicitado. «Si fuera al revés la jueza habría dictado la orden en menos de una semana», añade.

Jorge dice que apenas tiene fuerzas, pero que va a emplearlas hasta el final. Conoce a dos personas que han estado en México con ella y su actual marido «y nadie sabe nada de los niños. Los tienen escondidos», dice.

Pero lo peor, afirma, es que sus hijos no están ni con su madre. «Hace tres semanas un amigo la vio borracha en un bar del centro de Málaga, así que viene y los deja allí, a saber».

Jorge trabaja a destajo para pagar a sus abogados, y asegura que va a seguir luchando, «no me queda otra, quiero recuperar a mis hijos». Los niños estaban escolarizados en el colegio La Biznaga, donde sacaban buenas notas, comían bien y empezaban a tener una vida normal lejos de su madre. Inició la separación por sus problemas con el alcohol, que se agravaron con la ruptura.

Su calvario empezó hace tres años, pero se siente en el infierno desde el 30 de junio.