Existe una Semana Santa paralela para muchos cofrades. Una semana que obedece a un canon de belleza indeterminado que te permite vivenciar lo que en nuestras calles acontece, de la mano de todos aquellos que hacen que esta manifestación pueda ser considerada un bello ejemplo de vida cristiana en comunidad.

La Semana de Pasión en Málaga no es de nadie, es de todos; del foráneo que camina perdido intentando interpretar un ilegible itinerario. Del padre emocionado porque su hijo sale por primera vez de nazareno en su cofradía de toda la vida. Del amigo que sufre, del hermano que demanda tu atención, de la madre que pide salud para su marido enfermo, hasta del actor de Hollywood que vuelve a casa para ser uno más.

Esta Semana de los encuentros no entiende de previsiones meteorológicas, de horarios e itinerarios, de manifestaciones impropias o de intereses creados. A la luz de la amistad, del encuentro improvisado o de la mirada cómplice, todo lo que nos rodea parece resplandecer con más fuerza. No queremos estar solos, necesitamos compartir lo que sentimos: «¡Qué bonita va! ¿Has escuchado la marcha que le han tocado por€? ¿Qué te parece el nuevo€?» Verbalizar nuestras emociones hace que nuestros sentimientos encuentren cabida en el lugar más recóndito y olvidado de nuestros corazones.

Qué bello es compartir, ¿no les parece? Perderse en la bulla y reencontrarse. Hacer un alto en el camino y conversar. Poner punto y seguido a cada jornada entre risas y enriquecedoras tertulias de barras de bar.

Cofrades, volvamos a echarnos a las calles. Regresemos al lugar de siempre, el que sólo nosotros sabemos. Vivamos por unos días en el país de los sueños que empiezan y acaban cuando el chirriar de la cera nos anuncia que todo ha terminado. No perdamos la esperanza de seguir soñando en que al tercer día, todo esto acabará por hallar su verdadero significado.

@pjerezpalomo