Hace años que no suena el depertador. Se levanta con el sol y no hay prisa por comer porque no hay nadie más. A la hora de la cena tampoco y menos para dormir. Es el día a día de muchas personas, la mayoría ancianas, que no tienen a nadie con quien compartir su vida. Se sienten solas y, en muchos casos, no se valen por sí mismas.

Cruz Roja dio un paso adelante hace ya 24 años al percibir cómo muchas personas mayores no tenían con quién hablar. Corría 1990 cuando puso en marcha el programa de Ayuda a Domicilio Complementaria para paliar la soledad y ayudar en tareas domésticas y administrativas a la tercera edad.

Este servicio es gratuito y no tiene cortapisas: todo el que lo solicita lo recibe, aunque hay casos urgentes y otros que se dilatan un poco más en el tiempo. Aunque se puede acceder a él de manera directa -acudiendo a Cruz Roja- muchos servicios sociales de distintas administraciones lo gestionan con la ONG cuando les llega un caso que pueda necesitarlo. También lo solicitan los profesionales de los centros de salud cuando tratan a un paciente que no tiene la suficiente autonomía y necesita de ayuda.

El único requisito es ser mayor de 65 años. De hecho, la gran mayoría de los usuarios son ancianos de más de 80 años, aunque en la mayor parte de casos son mujeres viudas sin hijos o familia directa o cuya descendencia no puede hacerse cargo por otras responsabilidades o dejadez, aunque estos últimos son los menos.

La técnico de Cruz Roja que gestiona el programa, Isabel Páez, reconoce que las atenciones suelen girar en torno a compañía para ir al médico, ayuda para hacer la compra o a necesitar consejo para gestionar papeleo o facturas.

Los casos van en aumento debido a dos factores: el más que evidente envejecimiento de la población y la crisis económica. De hecho, en 2013 se atendió dentro del programa a 1.576 ancianos mientras que en lo que va de año ya van 1.033, por lo que calculan que superarán las cifras del año anterior.

La crisis económica ha motivado que muchas personas acudan a Cruz Roja para demandar la ayuda complementaria, puesto que la reducción de los ingresos, el aumento de gastos y la disminución de ayudas han puesto en un brete las pensiones de estas personas.

Muchas, según Cruz Roja, han tenido que prescindir de los servicios de cuidados que tenían contratadas. Otras, han visto aumentar sus gastos con el copago farmacéutico y de productos de ortopedia. Muchas han visto como la Ley de Dependencia menguaba las ayudas que le facilitaban servicios como Ayuda a Domicilio.

«El objetivo del programa es mitigar el sentimiento de soledad, que las personas mayores tengan una red de apoyo», señala Isabel Páez, que admite que a raíz de este servicio se estrechan los lazos con los usuarios, que participan en otros planes, como los de envejecimiento saludable, talleres de hábitos alimenticios, acercamiento a las nuevas tecnologías y actividades de salud preventiva. Todo ello, enmarcado dentro de las metas de la ONG: que los mayores estén el máximo tiempo en su entorno habitual para normalizar su vida y que sean felices. De hecho, el programa de Envejecimiento Saludable que incluye actividades de convivencia y ocio asistió en 2013 a 805 usuarios. Este año parece que también superarán al anterior, puesto que hasta agosto lo han disfrutado 559 personas.

Pero como toda organización no gubernamental, Cruz Roja se apoya en su amplia red de voluntarios, que hacen posible este y otros muchos programas. La gran mayoría son personas jubiladas o que trabajan pero tienen ya su vida planificada, aunque también hay jóvenes que estudian o buscan un empleo. También existe la posibilidad de que los voluntarios trasladen a los usuarios en vehículo, para lo que la organización pone su flota de recursos a su disposición.

«Sentirse solo es muy duro»

La historia de Carmen es la de miles de ancianos. Tiene 82 años y tras quedar viuda -y sin hijos- los recursos de Cruz Roja le recomendaron el servicio de acompañamiento: Acababa de despertar de un coma y su estado de salud no era el más óptimo. Llamaron a Pablo, que después de ocho años se ha convertido en una pieza fundamental en su vida. Es sus manos, sus pies, y como de la familia. «Inicialmente la actividad consistía en ir un par de días a verla, ayudarle con la compra y dar un paseo», cuenta el voluntario, que admite que sus hijos y su propia mujer también la quieren como a una más. «A veces llego de trabajar y están juntas», cuenta divertido Pablo, que reconoce que esta labor es muy gratificante. Carmen, que además fue refugiada de Cruz Roja en Bilbao en la Guerra Civil cuando era niña no tiene palabras para agradecer a esta ONG su empeño por los demás. Por eso, cada mes dona una parte de su pensión para ayudar a los más necesitados.

Cruz Roja apuesta por la inclusión social

Cruz Roja Málaga atendió en 2013 a un total de 34.683 personas, lo que supone un incremento del 5% con respecto al ejercicio anterior, en sus proyectos del Plan de Inclusión Social. Además, realizó 49.432 entregas de bienes o prestaciones a 16.195 personas, que recibieron alimentos, vestuario o ayudas.