Hay miradas que delatan. La expresión de contrición interna con la que apareció Íñigo Errejón ante las cámaras, mientras que Pablo Iglesias hablaba de unos resultados que no habían sido los esperados, sirve para explicar a un país. España no se parece en nada a ese estado de ánimo que le brindó en 2011 una mayoría absoluta al PP como no se había visto hasta el momento. Sin embargo, a pesar de haber cosechado un resultado mucho peor que cuando accedió por primera vez a La Moncloa, la realidad no presume haber cambiado mucho para Mariano Rajoy. Tanto ha evolucionado todo en cinco años, que al PP, con 49 escaños menos que en 2011, le dio para montar una fiesta en el balcón de Génova mientras que un partido que en 2011 ni existía gravitaba con sus 71 diputados a punto de enfilar el degolladero.

Tanto para tan poco e incluso faltó tiempo para que los más cercanos a Pedro Sánchez recordaran a Podemos que en marzo se pudo armar un Gobierno para mandar a casa a Rajoy, y que ahora no se armará de ninguna de las maneras. Hasta tal punto han pesado las expectativas y los relatos que se han ido creando en torno a unas encuestas que llevan meses falseando el latido de la realidad, que el liderazgo de Sánchez ahora parece más sólido de lo que lo fue en diciembre, a pesar de haber empeorado el peor resultado histórico obtenido por el PSOE en unas elecciones generales. Una sensación acentuada, sin duda, por el descalabro de Susana Díaz que tampoco está con mucha fuerza para presionar después de haber sido superada en Andalucía por un Juanma Moreno, que, hasta el momento, sólo era el «éste», y al que ni se dignaba en atender por su nombre.

Todo ha cambiado y sigue igual porque hubo momentos en estos cinco años, en los que el bipartidismo se tambaleó y parecía tan muerto que con sus peores resultados aparenta estar de vuelta y con más fuerza que nunca. A esa sensación también ha contribuido Ciudadanos y Albert Rivera, en retroceso constante, desde que había alcanzado su techo después de culminar la expansión nacional del partido el pasado mes de diciembre. Un retroceso suficiente como para convertir en un éxito que en Málaga se hayan podido mantener los dos diputados a pesar de las discrepancias internas provocadas por el baile en las listas.

Euforía popular. Ningún partido ha celebrado en la provincia sus resultados como lo ha hecho el PP. Es verdad que seguramente haya sido el único que tenía motivos. El escrutinio del 26 de junio convierte al partido en el único de la provincia que ha podido cumplir con los objetivos que se habían marcado. Ninguna candidatura había sufrido de antemano tantos cambios como la del PP. Para contrarrestar la baja de José María García Urbano, aquel currículum brillante que en diciembre apuntaba a todo dentro del partido, se optó por Carolina España. Un perfil, el de España, que ha demostrado a la postre mimetizar más con el tradicional votante popular que el del alcalde de Estepona. Traducido a las urnas, ha supuesto un incremento de más de 30.000 votos respecto al 20 de diciembre, lo que ha permitido a los populares mantener a sus cuatro diputados y a sus tres senadores. La estrategia de apelar al votante moderado mezclado con un poco de agitación y Venezuela ha dado resultado. Según los primeros análisis internos, este cocktail de incógnitas habría incluso permitido al PP rascar entre muchos votantes socialistas asustados por lo desconocido. En las múltiples lecturas que tienen unas elecciones generales, los grandes ganadores de la noche en el PP se llaman Juanma Moreno y Elías Bendodo. El primero, por ganarle en Andalucía a la todapoderosa Susana Díaz, y el segundo por ayudar a apuntalar el triunfo aportando desde Málaga el mayor número de nuevos votantes del PP entre todas las provincias andaluzas. Tanta euforia colectiva incluso ha servido para camuflar el mal rollo imperante entre el triangulo que forman el propio Bendodo con Francisco de la Torre y Celia Villalobos. El creciente desinterés mutuo que se practican Bendodo y De la Torre persiste. Así quedó patente esta semana, cuando el presidente de la Diputación prefirió asistir a un foro empresarial organizado en el Málaga Palacio en vez de llegar a tiempo al pleno ordinario del Ayuntamiento, provocando los lamentos del alcalde popular.

Recuperar la credibilidad. Fue el mensaje principal que se lanzó en el comité ejecutivo provincial que celebraron los socialistas el pasado miércoles. Miguel Ángel Heredia reunió a toda la cúpula del partido para analizar de manera pormenorizada unos resultados electorales, que se saldaron con una nueva caída en votos que sólo quedó mitigada por haber evitado el temido ´sorpasso´. Aunque nadie ni tan siquiera lo haya querido pronunciar en público, varios dirigentes del partido admiten que quedar por detrás de Unidos Podemos hubiera sido una catástrofe sin precedentes para un proyecto político con más de 100 años de historia. Buscando posibles causas para unos resultados que han dejado, como admiten, «al PSOE más debilitado que nunca», los socialistas malagueños culpan directamente al propio Sánchez. Cuando Heredia asegura que la mera posibilidad de un acuerdo entre el PSOE y Unidos Podemos habría restado muchos votos, lo que está haciendo en realidad es criticar la ambigüedad que mantuvo Sánchez sobre la futurible política de pactos tras el 26J. En el PSOE están convencidos de que para volver a poder fraguar de nuevo un proyecto de mayorías, tiene que «morir» Podemos. «Cuando la izquierda se divide, gana la derecha», aseguran.

Discrepancias en Podemos. En la alianza de izquierdas la inestabilidad ya es palpable y sólo es una cuestión de tiempo hasta que todo salte por los aires en Málaga. Podemos ha querido ser tantas cosas, que al final no ha sido nada. Empezó apadrinando la lucha entre los de arriba y los de abajo. Luego cambió el eje con la inclusión de IU y acabó siendo una cosa diferente todos los días y en función de con quien se hablaba. Málaga no es una excepción y Alberto Montero no es Ysabel Torralbo. El primero se mostró reacio a la confluencia con Izquierda Unida. «Garzón aporta, Izquierda Unida no», volvió a resaltar de manera tajante.

La Divisón sigue en C´s

Los buenos resultados en la provincia no han servido para subsanar la división entre los militantes de C´s que se agrupan en los grandes núcleos de la Costa, arremolinados en torno a Irene Rivera, y los militantes de la capital que han respaldado la inclusión de Guillermo Díaz en la candidatura al Congreso. La formación ha podido mantener a sus dos diputados en la provincia de Málaga dentro del declive generalizado a nivel nacional. Si Díaz aprovecha y juega bien sus cartas en Madrid, podría convertirse en el brazo prolongado del partido en Málaga. El cargo de confianza que deja en la Diputación será ocupado ahora por Beatriz González.