Me comentan que retome el cine para evaluar y permanecer en esta realidad que constituye la existencia que nos ha tocado vivir -debemos de hacerlo-. Mi querida María José Jurado Zambrana, pintora y artista en alimentar consuelo a vidas desorientadas y perdidas, me esclarece, como buena cinéfila, el título de la realizadora danesa Susanne Bier Cosas que hemos perdido en el fuego, cuya trama habla de desolación física y esperanza anímica.

Opinar y escribir más de la tragedia que ha supuesto el «gran incendio», generando la pérdida de otro edén en el territorio que circunda la capitalidad del Paraíso, es describir la impotencia que nos conduce hacia la desesperanza. Es la imposibilidad de convivir contaminado por el instinto del poder a cualquier precio, en lo que nos han instruido los que hoy aspiran a un rescate financiero sin importarles las semillas del fraude sembradas.

¿Cuánto hemos perdido en este fuego? Las estadísticas ya no nos sirven para alimentar los récords de la tragedia y la sinrazón extendida que se ha cebado en nuestra provincia. Cuando el mundo sigue estando del revés; mientras nuestros jóvenes talentos se marchan por falta de consolidación profesional; en el momento que el emprendedor no tiene norte para generar riqueza en su Sur, llega el trance del despojo. Hoy, Miércoles de Cenizas, comienza una etapa septembrina con la incertidumbre inherente y cotidiana. El nuevo curso se adelanta ante la incapacidad de dirigir nuestras vidas; los gobernantes nos indican el término de la violenta quema: junio de 2013. Eso sí, tenemos que «hacer los deberes». Entre tantas obligaciones controvertidas, me alivia la poesía y me quedo con los versos de Neruda cuando convierte el incendio mortal en camino: «Conocer el amor de los que amamos es el fuego que alimenta la vida». Reflexionemos desde nuestras ineludibles cenizas.