El alcalde, Francisco de la Torre, ha ido esta semana a «New York, New York». Ha sido el único regidor español en participar en la cumbre IBM Smarter Cities Challenge. Iba para presumir de Málaga y acabó infravalorando a su Universidad. Incomprensible. Como si a estas alturas fueran «Strangers in the night». Dijo que algunas de las dificultades a las que la entidad local se tuvo que enfrentar durante el desarrollo del proyecto para convertir a Málaga en un «Paraíso Inteligente» fue la «falta de calidad universitaria». Y permítanme que lo dude. Vamos que Paraíso sí, que ya lo dijo Aleixandre, pero inteligente-

Nada más aterrizar, quiso matizar sus palabras. Y terminó de arreglarlo. «Siento un afecto inmenso por la UMA, aunque no sea de las mejores del mundo». Y eso que dice que las han sacado de contexto. Que busque el vídeo, que busque, porque tiene que dar muchas explicaciones. Se ha columpiado tanto que casi cruza el Atlántico del impulso. De la Torre siempre ha sido muy de hacer las cosas a su modo, a su manera. De la Torre «My way». Lo dicho en Estados Unidos puede interpretarse como una puñalada en la espalda de la universidad pública con el objetivo de hacerle la cama a la privada de Murcia, que aspira a ocupar la antigua cárcel de la Cruz del Humilladero, para lo que el Ayuntamiento ya le ha puesto la alfombra roja. Parece que el alcalde siente nostalgia y ahora pretende encabezar otra manifestación, justo a los 40 años, por la Universidad en Málaga, aunque esta vez es del Opus.

Últimamente las relaciones entre Consistorio e institución académica no parecen pasar por su mejor momento, universidades católicas aparte. Permisos municipales que no se dan, pero que tampoco se piden; infraestructuras viarias comprometidas, que no se hacen; promesas incumplidas; autobuses lanzadera que mantienen el servicio pese a que éste iba a ser provisional por un año y ya llevan cuatro; y cruce de declaraciones que llenan páginas de periódicos- Pero de ahí a poner en evidencia la calidad docente de la UMA en un foro internacional, desprestigiando su nivel y, de paso, el de la propia ciudad, dista un largo trecho.

No es de extrañar que la rectora, Adelaida de la Calle, no se lo crea, no se lo explique, y esté indignada y dolida. Si se trata de hablar de innovación en la provincia, de tecnología y de transferencia de conocimiento, hay que hacerlo, y para bien de la Universidad de Málaga. Sin olvidar que se trata de una entidad que sólo cuenta con cuatro décadas de existencia, pero teniendo en cuenta la evolución impecable y espectacular que ha tenido en este tiempo, breve pero muy intenso. Hasta el punto de que la rectora es la presidenta de los rectores españoles.

La UMA lucha constantemente por ser más internacional y el alcalde tira una piedra en el tejado del Rectorado nada más y nada menos que en Nueva York, con unas declaraciones en la que cuestiona la excelencia que tanto persigue y de las que se han hecho eco todas las agencias. Y la rectora, claro está, boquiabierta. «That´s life», como diría Sinatra.