A juicio de Zapatero, el referéndum catalán no llegará a celebrarse. Aunque no sea un profeta fiable, puede tener razón. Los obstáculos son muy serios, y, si nos dejamos llevar de conjeturas, insalvables. Por ejemplo, la de un rechazo formal de Unió Democrática, que restaría trece diputados autonómicos a la mayoría absoluta (por solo cinco) que ahora suman CiU y ERC. El astuto Durán i Lleida repite su antipatía a la deriva soberanista y no parecen hacerle caso. Ha sido el gran ausente en la negociación de Mas y Junqueras, que dieron por hecha la cuota de cincuenta diputados en manos del primero, cuando en rigor son 37 los de neta propiedad, insuficientes para sumar mayoría con los republicanos. Convergencia y Unió llevan muchos años de fecunda alianza, que no han bastado para convertir la coalición en partido único. No está claro que sea un matrimonio para toda la vida, y sobre los galanteos a Junqueras no hay una sola referencia de conformidad por parte de Durán. Algo pasa en esa extraña alcoba.

La fecha de la consulta sigue siendo ambigua pese a los esfuerzos de Junqueras por fijarla con carácter imperativo e incluso anticiparla al año 2013 en previsión de maniobras centralistas de bloqueo. En esa imprecisión seguramente influye Durán, pero tampoco es descartable que Mas intente no pillarse los dedos, temiendo desarrollos que ahora estan larvados. El Pujol Jr. dice necesitar más tiempo para preparar el referéndum, cuyo resultado nadie ve claro en su fuero interno, si es que llega a celebrarse. Aún cuando la única legalidad de la consulta fuera de fabricación autonómica, Madrid podría permitirse no desposeer a Mas ni paralizar la administración regional. Refutarla con todas sus consecuencias friamente descritas, bastará para que el sentido común de la sociedad catalana le niegue la mayoría. Ya es creencia común que muchos manifestantes de la Diada no repetirían algo similar.

Junqueras ha forzado a Mas a pactar desviaciones pesupuestarias que Madrid se negará a sufragar por motivos de no discriminación, puesto que Cataluña es una autonomía española entre otras dieciséis. Y si no lo fuese, con mayor razón. El republicano separatista tendrá que tentarse la ropa ante sus bases si no le dejan vender un cierto alivio social dentro de la bancarrota regional. Esto unido a la ambigüedad con la fecha de la consulta le bastará para abstenerse en una moción de censura contra Mas, que se vería forzado a olvidar milongas para salvar la piel. Lo de Ibarretxe sería un juego de niños.

Item más: si la instrucción judicial de las hipótesis de corrupción empieza a generar imputaciones, ¿es concebible un pueblo catalán empeñado por narices en blindar en el poder a presuntos corruptos? Ignoro en qué basa Zapatero su predicción, pero es bastante sensata. Rajoy podría invitarle a tomar un café.