La Feria de Málaga termina como casi siempre en los últimos años. A nadie le gusta la Feria del Centro y todos están dispuestos a cambiarla. Sin embargo, para ser algo que parece que disgusta a tantos, es extraño ver la falta de ideas válidas para asegurar un cambio de verdad y, en cambio, la afluencia masiva a estas calles. ¿Son todos jóvenes de 18 años que van a quemar la ciudad? ¿O sólo extranjeros que llegan animados por el afán de beber sin medida? Creo que no.

La Feria del Centro dejó de ser una feria hace tiempo. Al menos del sentido clásico y de postal turística, que es la que se nos viene a la cabeza al pensar en una feria. Básicamente es un macrobotellón desordenado y caótico, sucio y maloliente, potencialmente peligroso y realmente seguro. A mí no me gusta. Lo reconozco. Pero no se trata de que se haga mi Feria, sino de ordenar la feria que existe. Porque, guste más o menos, lo que se vive en el Centro es una fiesta como muchas otras en España o el mundo. Alcohol y despiporre.

Antes de continuar me gustaría reflexionar brevemente sobre lo que es una feria. Básicamente se trata de ir a casetas a escuchar música, comer y beber. Siguiendo esta regla, en esencia se hace lo mismo en el Real que en el Centro. En la plaza de Uncibay o en esa caseta con cortinas de rizo en las ventanas y sevillanas en vena. La diferencia está en el orden. Unos beben de pie y hacinados en un bar o en una esquina. Otros sentados en una mesa. Pero el resultado es similar. La borrachera, que llega más o menos rápido según el impulso sea juvenil o maduro.

Esto me lleva a pensar que el fin de ambos ambientes es similar, ya sea en una caseta del Real o el Centro. La diferencia está en las formas, en el orden y en los vecinos. Porque estos, lamentablemente, son los perdedores de la Feria del Centro. Ellos no pueden huir.

Si se quiere cambiar la Feria de Málaga quizá la clave no sea eliminar el Centro y apostar por el Real. Eso es un sueño irrealizable. La tendencia de mucha gente será acudir al Centro igualmente, donde hay oferta de bares. Pero sí se puede ordenar un poco. En la última década se ha ganado en seguridad, han desaparecido las barras de alcance, hay menos masificación y más control de la música. Hay que hacer memoria de cómo era la Feria en los años 1999 ó 2000, por ejemplo.

Ahora es el momento de dar una vuelta más. Eliminar casetas, acotar la música en la calle y hacer actividades en las plazas (como conciertos) permitirán darle otro aire. Necesario. Si algo no puedes eliminarlo, mejóralo. Pero haz algo.