Pues ya se fue el 2015. Como todos los años anteriores dejó situaciones amargas y otras muchas preciosas. De las amargas hay que aprender. Yo, por ejemplo, aprendí quiénes son mis amigos de verdad porque ellos estuvieron ahí cuando los necesité. Aquellos que desaparecieron cuando ya no era interesante estar cerca de mí, pues es evidente que no eran amigos. Pero, como os digo, hay que aprender y olvidar.

Es mucho mejor recordar los buenos momentos que hemos vivido este año que se acaba de marchar. Lo mejor es que todos esos buenos momentos han sido compartidos con personas a las que quiero. Sin duda, eso es lo más bonito que me pasó: he podido disfrutar mucho más de aquellos a los que más quiero.

Sigo siendo un privilegiado que me dedico profesionalmente a mi mayor pasión, el baloncesto. Ahora que está tan mal el tema laboral, yo tuve la suerte de encontrar trabajo en un tiempo récord. Esto acrecienta mi idea de que soy un privilegiado.

En mi nuevo club, CB Marbella, he encontrado una familia nueva que me ha acogido con mucho cariño. Allí hay personas que aman el baloncesto tanto como yo, dispuestos a crear un club nuevo, con una filosofía nueva. Esos entrenadores están dispuestos a cambiar, a buscar el resultado a través de otro camino, un camino basado en la formación de esos chicos y chicas que tenemos en nuestras manos. Es evidente que a todos no les puedes caer bien o que a todos no les agrada el cambio que supone que llegue alguien nuevo. Por eso seguiremos acercándonos, buscando convencerles del nuevo rumbo y de que juntos todo será más fácil.

En mi nueva familia he encontrado un grupo de niños que me han robado el corazón. Son diecinueve. Se dice pronto pero después te tienes que poner a trabajar con todos ellos a la vez. No ha sido fácil. He tenido que reciclarme para estar a la altura del baloncesto que deben hacer, cambiar mi forma de transmitir y comportarme en el entreno y hasta los mensajes que quiero que les lleguen.

Puedes caer en el error de pensar que para un entrenador con veintiséis años de experiencia en el baloncesto de cantera de alto nivel que ha logrado entrenar en LEB Oro con chavales de un altísimo nivel técnico, es fácil trabajar ahora con niños de 12 años. Pues nada más lejos de la realidad. Tiene una enorme dificultad. Es difícil que aprendan a concentrarse. Es difícil ponerlos a trabajar con máximo esfuerzo. Es difícil enseñarles a ser un equipo en el que todos son importantes y deben compartir el balón. Es difícil ayudarles en sus problemas dentro y fuera de la cancha que, quizás para nosotros pueden ser una tontería pero que a ellos les preocupan y afectan.

Estos niños me han hecho olvidar el baloncesto al que pertenecía, ese baloncesto de alta competición y máxima presión tan bonito. Pero también de cuchillos afilados e intereses individuales. Ellos hacen que me prepare cada día como si fuera a entrenar al mejor equipo que jamás haya entrenado. Sus miradas de ilusión, sus ganas por aprender, su evolución, su nivel de implicación y su respeto se han convertido en un reto maravilloso para mí.

Todavía es pronto. Estamos en esa primera fase en la que lo más importante es acumular horas en entrenamiento y minutos de juego. El proceso es lento y difícil porque vamos muy despacio para no saltarnos ningún paso. Los frutos se recogerán dentro de unos años y hay que tener paciencia para seguir trabajando sin aburrirlos, manteniendo el nivel de compromiso y, sobre todo, que ellos no pierdan ni un gramo de ilusión en ese deporte que les apasiona y que nos ha unido.

Con esos niños voy a compartir muchas horas del nuevo 2016. Sus problemas serán los míos. Pero también sus sueños, sus motivaciones y sus ilusiones. Ahí voy a seguir hurgando en sus corazones para «envenenarles» del baloncesto que a mí me ha hecho ser la persona que soy. Mi objetivo es doble. El más importante es ayudar a formarles como personas. Pero también quiero ver sus caras disfrutando cuando llegue el día en el que se plasme tantas horas de trabajo juntos.

A cambio, mi nuevo equipo va a ayudarme a que el año nuevo sea mejor que el anterior. Lo tienen difícil, pero ya me han demostrado que para ellos no hay nada imposible.