Quién dijo que Andalucía no es un territorio para la experimentación científica? En Málaga, sin ir más lejos, se desarrollan estudios punteros en el campo de la física. Uno de ellos lleva a cabo en la actualidad una prueba empírica a ojos de todos en un lugar céntrico, nada menos que en la plaza de la Constitución. Se trata del desarrollo natural de una línea de investigación propiciada por el gremio inmobiliario, siempre tan creativo, que propone revisar el axioma de que el contenido no puede ser mayor que el continente; de esta forma hemos visto surgir proyectos urbanísticos absolutamente desproporcionados para el solar en el que se concibieron. En la estela de esta corriente de pensamiento, los diseñadores de la tribuna de Semana Santa decidieron en su momento pensar a lo grande, y no dejarse condicionar por aspectos tan nimios como la superficie disponible. Alguien más mediocre habría sentido cierta contención al advertir la presencia de árboles y bancos -de los que usan los ciudadanos para sentarse, no de los otros- pero el futuro es de los audaces, de modo que ¿por qué no engullir tales elementos en el seno del gigantesco mecano? Dicho y hecho: una vez más, el monstruo se adueña del espacio público, rebosando acero más allá de los límites razonables, si es que es razonable que semejante cosa exista. Dicen que este año es más contenida que en años anteriores, al ser algo más baja. Cuestión irrelevante, pues la huella que ocupa en el suelo es la misma. A efectos prácticos nos hemos vuelto a quedar sin plaza.

Los entendidos en la materia me hablan de una tradición cofrade llamada «hacer la cruceta» consistente en cubicar el espacio necesario para que pasen los tronos por las calles. Ahora se hace diseño urbano inverso: es el espacio de la ciudad el que se cubica en función de las necesidades procesionales. El sueño de la razón produce monstruos.

*Luis Ruiz Padrón es arquitecto