Romain Sato (5 triples) y Sam Van Rossom (4) acabaron ayer con la imbatibilidad liguera de un Unicaja que quiso, pero no pudo, ante un Valencia Basket que entendió en el Martín Carpena que metiendo de 3 en 3 le sería más fácil que haciéndolo de 2 en 2. De poco le sirvió al Unicaja, desde luego, ser mejor que su rival en el porcentaje de acierto en tiros de 2, en el porcentaje de acierto en tiros libres, reboteando o recuperando balones. La suerte del partido se decidió a triplazo limpio y ahí su 46% (11 de 24) pasó por encima del paupérrimo 12% (2 de 17) de los verdes.

Estadísticas al margen, hay que decir que el Valencia fue ayer mejor que el Unicaja. Salió más intenso (2-9), supo aguantar la primera reacción cajista (16-11), alternó sus defensas para molestar el ataque verde y tuvo paciencia para buscar siempre su mejor opción ofensiva. Eso sí, el Unicaja quiso morir matando y ni el -15 a 8 minutos del final (50-65) le valió a los levantinos para certificar un triunfo que llegó en el mismo esprint definitivo, tras una remontada local no culminada (71-72, a 7.3 segundos del bocinazo final).

En el buen espectáculo general de unos y de otros desentonó la parcial labor arbitral de Pérez Pizarro, Peruga y Soto. Sería injusto decir que el Valencia ganó por los árbitros o que el Unicaja perdió por ellos. Pero no se puede obviar que en el habitual reparto de errores humanos de cada partido, el perjudicado ayer siempre fue el mismo.

Y no lo digo por ese contraataque cortado en falta sobre Caner-Medley en pleno desenlace del partido. Ni tampoco por el rebote en el que Sato está a punto de arrancarle el brazo a Fran Vázquez, algunas jugadas antes, y que acaba con bola para el Valencia. Lo digo por otras decisiones más sibilinas que ayudaron a unos (ellos) y lastraron a otros (estos). Yo solo pregunto en voz alta: ¿cómo es posible que Lishchuk cometa su primera falta personal en el último cuarto? ¿Cómo puede un tío repartir semejantes sopapos debajo de ambas canastas y que tres árbitros no los vean o no quieran verlos? En definitiva, ¿cómo pudo el ucraniano irse de rositas y que a Fran le pitaran 4 faltas en 7 minutos?...

La verdad es que fue una pena no sumar ayer el tres de tres en la Liga Endesa. Sobre todo porque el Carpena llevó en volandas a los suyos. Las estadísticas oficiales hablan de 6.400 espectadores. Sinceramente, creo que había al menos un millar más. Desde luego, los que fueron, se dejaron la vida animando. Plaza pidió un Carpena que acojonara. Y el Palacio tiró de los suyos hasta el mismo desenlace final. Ni siquiera con el 15 abajo llegó la desesperación. Hubo fe en la pista y en la grada. Una novedad, por cierto, respecto al pasado reciente.

La derrota debe servir también para que el equipo entienda que hay mucho margen para mejorar. Con Urtasun y Toolson se dará un paso adelante en la eficacia desde el perímetro, justo lo que más faltó ayer. Pero hay otras cosas como la intensidad, la concentración o la lectura del juego que llegarán con el paso de los entrenamientos y los sucesivos partidos nacionales y continentales.

Ahora toca pasar página y centrarse en las dos próximas citas de esta semana que hoy arranca. El viernes visita el Carpena el Galatasaray turco en la Euroliga (20 horas). El domingo regresa la Liga Endesa con partido en Badalona, ante el Joventut, a las 18 horas. Dos buenas piedras de toque para seguir creciendo