Cuarenta minutos más tarde de la hora planteada, se inició el traslado de la Virgen de la Soledad desde la Catedral a la casa hermandad de la Cofradía del Sepulcro, en calle Císter, donde fue entronizada y preparada para salir en la procesión triunfal de coronación de la tarde. Precedida por un cortejo compuesto por numerosas hermanas vestidas con mantilla negra; hermanos, la mayoría vestidos con chaqué; autoridades, sacerdotes y representantes de la Armada y de la Legión española, la Virgen salió al Patio de los Naranjos entre el repicar de las campanas y una lluvia de «aleluyas», especialmente ovacionada por sus devotos. Una vez más, sorprendió estéticamente al lucir una sencilla mantilla blanca sobre la cabeza, en lugar del acostumbrado tocado. Lucía, eso sí, la saya de coronación y un manto negro de terciopelo liso. La Virgen, portada sobre unas pequeñas andas por doce guardiamarinas, recorrió el tramo más corto, si bien se alargó en exceso durante la visita que realizó a la Abadía del Císter, sede canónica de la Cofradía del Sepulcro, donde se encontraban sus imágenes titulares presentadas de forma especial para la ocasión. Seguidamente, el cortejo se dirigió a calle Alcazabilla, donde también se encuentra la casa hermandad de la Cofradía de los Estudiantes, que mostró su fachada engalanada con reposteros, guirnaldas y colgaduras empleando las características bambalinas del palio de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza.

@pabloMapelli