Imaginemos que una epidemia se declarara en la tierra y la mayor parte de los humanos nos convirtiéramos en muertos vivientes. Y que solo quedara un pequeño reducto de personas que luchara por mantener la humanidad. ¿No sería la Alhambra de Granada un excelente lugar en que atrincherarse para resistir el ataque de los zombies?

Porque los zombis nos están conquistando. Lo vamos viendo a lo largo de los últimos meses en tebeos, novelas, cine, series de televisión y hasta en ensayos premiados con prestigiosos galardones, que el último finalista del Anagrama de Ensayo se titulaba, precisamente, "Filosofía zombi". ¡O en la Universidad de Idaho, cuya clase Apocalipsis Zombi parte del fenómeno como metáfora de la crisis que estamos viviendo!

Es verdad que, como ocurre con casi todo en este mundo globalizado, lo más probable es que la de los muertos vivientes sea una moda pasajera. Pero las modas, ni son casuales, ni son gratuitas. De hecho, hay corrientes de pensamiento que señalan que la transición entre el fenómeno vampírico y el zombi es la que nos condujo de un mundo dominado por los brokers, los tiburones financieros y los avariciosos ejecutivos de Wall Street que chuparon la sangre al sistema hasta dejarlo sin una gota de fuerza vital, al momento en que los ciudadanos, muertos en vida, aniquilados y sin esperanza, se convirtieron en los desgraciados protagonistas de la historia.

Así las cosas, hoy, los zombis son los amos. El tebeo de Robert Kirkman "The walking dead" y su posterior traslación a las pantallas de televisión, en la aclamada serie de Frank Darabont, es la mejor muestra de su reinado, junto al descomunal imperio multimedia levantado por los responsables de "Resident Evil".

En nuestro imaginario colectivo, gracias a las películas de George A. Romero o a boutades como la ácida y divertidísima "Bienvenidos a Zombieland", el imperio de los muertos vivientes es inequívocamente norteamericano y los escenarios de la pesadilla apocalíptica por excelencia son las grandes urbes estadounidenses, semivacías y abandonadas, o las autopistas y carreteras secundarias repletas de restos de vehículos humeantes, entre campos de maíz sin recoger, pudriéndose al sol.

Pero, como bien sabemos, la epidemia zombi será global y no afectará solo al imperio del dólar. De hecho, los países del euro son tanto o más susceptibles de sucumbir bajo a la tiranía de las tinieblas.

Y ahí es donde entra el escritor andaluz Carlos Sisí, cuya saga de Los Caminantes se ha convertido en un fenómeno editorial, traducida al inglés y erigida en todo un best seller en formato electrónico en el mercado anglosajón.

El sello Minotauro, del grupo Planeta, acaba de publicar en España la tercera y definitiva parte de Los Caminantes, titulada "Hades Nebula", que se puede leer de forma independiente, sin ningún problema.

Resulta sorprendente leer acerca de una Andalucía sometida a los zombis en la que pueblos tan cercanos como Calahonda, Carranque y Antequera o parajes naturales tan de siempre como la Maroma son los escenarios de una pesadilla apocalíptica de proporciones bíblicas. Y Granada, por supuesto. Una Granada que Carlos Sisí describe de la siguiente manera, cuando uno de sus personajes la sobrevuela en helicóptero:

"Aranda vislumbró la fortaleza árabe en todo su esplendor: un fascinante complejo palaciego que era a la vez una fortaleza y que, en tiempos, alojaba al monarca y a la corte del reino nazarí de Granada.

Aranda recordaba haber visitado la Alhambra cuando era pequeño, una vez con sus padres al menos, y otra con el colegio, y desde entonces no había vuelto: suponía que, siendo malagueño, aquel prodigio del arte andalusí quedaba demasiado cerca como para prestarle atención, y ahora, admirando desde el aire su perfecta integración con el paisaje, se lamentaba de no haber paseado por entre sus muros cuando uno todavía podía tomar un té en el Albaycín, o disfrutar del sol en largos paseos, sonriendo despreocupadamente".

¡Ay, el paraíso perdido!

Novelas como las de Carlos Sisí, además de ser de ágil lectura y tener propiedades notablemente adictivas, sirven para que nos replanteemos la vida que llevamos, la cantidad de oportunidades que tenemos a nuestro alcance y, en general, la notable confusión acerca de nuestras prioridades e intereses vitales.

Porque la literatura de género, la lectura popular, conectan con las necesidades, los anhelos y la vida real de los ciudadanos de a pie. Y es que, a nada que lo pensemos, no estamos tan lejos de habernos convertido en zombis, muertos vivientes, caminantes sin rumbo ni objetivo claros en nuestras vidas.

"La única razón que existe detrás de los zombis es el miedo a la gente, una paranoia misantrópica donde sale lo peor de nosotros."

Colson Whitehead