La compañía Tejido Abierto Teatro se presentó en el Teatro Echegaray con una versión de la obra de Ibsen con título Peer Gynt, El Gran Monarca. La dramaturgia y dirección de Jorge Eines es compleja, tal vez incluso más que la del propio Ibsen. Hay un comienzo donde los actores toman roles de la actualidad, y sus personajes indican que son los mismos técnicos y actores de la compañía deambulando por la escena mientras entran los espectadores, que no queda clara cuál es su utilidad. De una adaptación o una modificación de un texto se espera que esté motivada por una aportación al mismo, pero francamente, más allá de querer entroncarla con el mundo interpretativo y un posible emparentamiento entre la ilusión del escenario y el mundo de las mentiras que vive el propio Peer Gynt no parece haber mucha más utilidad.

Con un tono barroco en la puesta en escena que adorna con imágenes llamativas las acciones, el transcurso del espectáculo logra un dibujo entretenido de la historia de las aventuras de este peculiar personaje. Peer Gynt nace pobre pero sueña con la mayor de las grandezas. Con carita de inocente no le importa hacer de su capa un sayo cuándo y con quien le convenga. Pasará por muchas aventuras, casi siempre encadenadas con sus relaciones femeninas, hasta que al final tome conciencia de lo que ha sido su vida. Las muchas escenas y localizaciones hacen de esta obra un reto a la hora de imaginar las soluciones escénicas. Y lo cierto es que este espectáculo logra con ingenio los cambios temporales y de espacio, en un juego que se nutre de la teatralidad más pródiga con brillantez.

Ese juego se articula en diversificar escenas en diferentes planos pero simultáneas en un mismo espacio. Es una buena idea que da agilidad y provoca la comparativa de las acciones de los personajes, sólo que tal vez se abusa de ella y provoca cierta dispersión (sobre todo en la primera parte) que hace que la narración de los sucesos resulte confusa y el espectador tarde en cogerle el hilo de por sí ya enredado. Eso sí, el reparto es generoso y no escatima en su entrega.

El estilo interpretativo marca la distancia con el espectador que se sitúa como observador de un cuento fabuloso con el que dejarse llevar a mundos cada vez más fantasiosos. Y los intérpretes aprovechan sus muchas cualidades para lograr verosimilitud en sus diversas caracterizaciones con dibujos precisos. Un paisaje de dura labor que ofrece un resultado teatral de buena factura, que apuesta por la belleza.