El Atlético de Madrid alcanzó las semifinales de la Liga Europa con sufrimiento, con un empate a cero que prolongó su camino continental gracias al valor doble de los goles fuera de casa, tras el 2-2 del encuentro de ida en Mestalla, ante un Valencia que se encontró en el tramo final con David de Gea.

Ese fue el final de una eliminatoria intensa, de enorme igualdad, con multitud de ocasiones para ambos equipos, con polémica, por un penalti sobre el serbio Nikola Zigic reclamado por los visitantes en los últimos minutos, y con un ganador, el equipo rojiblanco, que se encontrará en la siguiente ronda con el Liverpool de Fernando Torres y Maxi Rodríguez.

Todo llegaba abierto al duelo de vuelta en el Vicente Calderón. La ligera ventaja del Atlético, tras el 2-2 de la ida en Mestalla, contra la obligación de marcar del Valencia, unas semifinales como premio para el ganador y un partido intenso sobre el césped, con batalla por el balón en cada centímetro del terreno de juego.

Unai Emery, finalmente sin David Navarro ni David Albelda en el once, apostó de inicio por un planteamiento ofensivo, con el portugués Manuel Fernandes como improvisado central, con David Silva en el medio centro y con todo en ataque. Le dio para adueñarse del arranque del duelo, para controlar la posesión, pero apenas para crear ocasiones.

Todo lo contrario que el Atlético, que tuvo más llegada en la primera mitad, aunque siempre antes del cuarto de hora, primero con un disparo del argentino Kun Agüero, luego un centro chut del uruguayo Diego Forlán y después un tiro de Antonio López.

En el otro área, una acción de estrategia, rematada desviada por Juan Mata, y una jugada de David Villa resumieron los intentos ofensivos, antes del intermedio, del Valencia, con la sensación de ser mejor sobre el césped, con capacidad para tocar con cierta facilidad, pero sin inspiración ni precisión en los metros finales. Así acabó la primera parte, en la que unos y otros reclamaron un penalti en cada área, pero el panorama cambió en la reanudación, en la que surgió un Atlético con más ambición y más ímpetu, que sin ganar un partido sí salió ganando.