­Entre tantos adolescentes, las siluetas de dos nadadores que lo han sido todo en este mundillo. Duane da Rocha y Melquiades Álvarez trabajan en Málaga, de la mano de Xavi Casademont, para poner un broche de oro a sus carreras. De hecho, junto al entrenador, Duane consiguió el pasado verano su mayor hito, colgándose la medalla de oro en el 200 espalda del Europeo de piscina larga. Y «Melki» ha vuelto a trabajar con su primer técnico, tras una carrera llena de éxitos y después de alguna decepción.

El bracista sevillano tiene como meta acudir al Mundial de Kazan y disputar los Juegos de Río en 2016. Olímpico en Pekín 2008, Melquiades fue plusmarquista de Europa en los 200 braza de piscina corta, plusmarquista nacional en 100 y 200 metros braza y subcampeón de Europa en 2010 en 200 braza, hasta que una enfermedad rara le apartó de la gran competición. A «Melki» (Alcalá de Guadaíra, 1988) se le diagnosticó el síndrome Parsonage-Turner, una enfermedad neurológica que le provocaba parálisis en su brazo derecho, desde la mano a zonas de la espalda. Tenía sólo 24 años, y luchó contra viento y marea para volver a nadar a alto nivel. En su carrera no encontró la ayuda de la Federación Española, todo lo contrario. Así que sí se marchó a Estados Unidos para entrenar con el medallista olímpico español Sergio López en Jacksonville (Florida).

Este verano finalizó su provechosa aventura, decidió venir a Málaga y ha comenzado a estudiar INEF. «Estoy muy contento de poder volver a mi tierra y de poder volver a trabajar con Xavi para preparar los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Sobre todo vine a Málaga por el entrenador. Tengo mucha confianza en él y era la mejor baza para seguir estos dos años. Quiero terminar mi carrera con quien la empecé», relata «Melki».

La malagueña Duane acabó contrato en el Canoe madrileño y fichó el pasado año por el CN Mijas, donde comenzó su carrera con 14 añitos. Ahora, en su segundo año en el equipo, paladea su oro en el Europeo, y debe volver a ponerse el chip para seguir siendo competitiva. «Soy la mayor, pero la novata. Soy casi la última, llegué el año pasado y voy aprendiendo también de ellos. Somos un grupo y cada uno aporta su granito de arena. A mí las niñas me flipan, porque con 14 años son mucho más profesionales de lo que yo era en mi época cuando tenía su edad. Me veo reflejada en ellas, pero también son un ejemplo para mí, se aprende de ellas», dice.

Cuando se le cuestiona si su medalla de oro le ha cambiado, ella lo tiene clarísimo: «Aquí, en el grupo de entrenamiento, no tiene nada que ver. Eso es lo bueno. Pase lo que pase, tengas éxito o no, ocurra lo que ocurra, aquí vas a ser la misma persona de siempre».