A Sergio del Molino (Madrid, 1979) le debemos el ensayo La España vacía (Turner), el gran éxito editorial de 2016. Y se lo debemos por haber sacado del anonimato toda esa miríada de pueblos españoles que cierra sus puertas para siempre por falta de habitantes, víctima del éxodo a las grandes ciudades y el olvido institucional.

La España vacía se ha convertido, de paso, en una forma recurrente de hacer mención al drama de la sangría demográfica en amplias partes de nuestra península y con ello, por lo menos el problema ha dejado de estar escondido bajo la mesa y se encuentra muy presente. Ahora, regresa con una nueva obra, Lugares fuera de sitio, premio Espasa 2018, que camina por derroteros parecidos, pues el periodista madrileño vuelve a fijar la mirada en otras anomalías de España: las esquinas dobladas del mapa.

Se refiere a toda esa colección de territorios frontera, nacidos a veces por caprichos de la Historia, como la propia existencia de Andorra; el pueblo gerundense de Llivia, dentro de territorio francés; la colonia inglesa de Gibraltar; las ciudades españolas en el norte de África; el antiguo pueblo portugués de Olivenza o esos islotes en provincias ajenas como el Condado de Treviño o el Rincón de Ademuz.

Nada que sorprenda en una Europa que cuenta con exotismos como las islas del Canal, San Marino, el Vaticano o con un enclave ruso en Polonia (Kaliningrado, la antigua Königsberg, la patria chica de Kant), aunque por el número de anomalías existentes en la Península Ibérica, Del Molino afirma que «puede presumir de tener más rarezas anacrónicas que toda la Europa Occidental».

Y si como decía Pío Baroja, el nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando, a Sergio del Molina este paseo por las dobleces del mapa ibérico le ha servido para abandonar, en mitad del trayecto, la mochila de los prejuicios, como puede verse en sus sesudas y amenas incursiones en lugares como Gibraltar, Melilla o Andorra, en los que al comienzo de la visita se muestra despiadado para luego adoptar un tono más comprensivo con lo que observa.

Ensayo viajero, a veces cáustico y brillante («Eso parece Treviño, una reserva contrarreformista»; Andorra es un «Wall Street pirenaico», Gibraltar es «un parque temático del Imperio Británico» ), no faltan los datos bien entrelazados y sustentados en un amplio trabajo de documentación que no se olvida del padre de muchas de estas dobleces: Javier de Burgos, el creador de la división provincial de España en 1833, quien en un difícil equilibrio entre tradición e innovación mantuvo los enclaves geográficos que pertenecen a otras provincias.

Lugares fuera de sitio no gustará a los nacionalistas irredentos, sea cual sea la bandera bajo la que se cobijen. Sergio del Molino huye de los furores patrioteros y la única forma de patriotismo que entiende es el constitucional de Jügen Habermas, por eso propone que este paseo por las «identidades cruzadas», nunca excluyentes, de lugares como Ceuta, Melilla, Rihonor de Castilla u Olivenza -donde sus habitantes pueden si quieren conseguir la nacionalidad portuguesa, sin perder la española- sea el camino para desatascar los conflictos identitarios, en especial el de Cataluña. Ni que decir tiene que por eso mismo aboga porque estos anacronismos administrativos se mantengan.

El único pero al libro, esa tendencia, de la que ya nos advertía Lázaro Carreter en los 70, a usar la preposición de lugar desde cuando no encarta (hablar «desde el orgullo» en vez de «con orgullo»).