Novelas

Un viaje al fondo del mal

Pepa G. Lillo se arroja en «El lector de almohadas» a los misterios más inquietantes del abismo humano

Tino Pertierra

Consultamos con Pepa G. Lillo las claves de su novela «El lector de almohadas». Recuerda que estaba en periodo de reflexión «porque no encontraba el camino adecuado para continuar con la novela que tenía entre manos. Para mí resultaba exasperante, así que decidí irme a la cama temprano aquel día. Me tumbé de lado y me agarré a la almohada para descargar en ella mi frustración. La idea surgió de repente, se abrió camino como un rayo por mi cabeza mientras descansaba. Pensé que, seguramente, habría muchas personas haciendo lo mismo que yo en ese momento y me pregunté qué problemas serían los suyos, qué decisiones, qué secretos le estarían contando cada cual a su almohada. Sentí la punzada de la curiosidad por conocer esas íntimas historias e imaginé lo que podría hacer con ellas si tuviera la capacidad o el don de poder ‘leerlas’. El argumento no había sido predeterminado ni madurado pero lo consideré divertido».

Se desveló por completo «aunque no me importó. Lo que hice a continuación fue inventar un personaje y un escenario donde situarlo. Cuando lo tuve dispuesto me dormí plácidamente. Me desperté al día siguiente con energía renovada, abrí un nuevo archivo en el ordenador y me puse a escribir». Diseñó la narración «para atrapar al lector en una especie de aventura personal que le obligara a empatizar enseguida con el protagonista y se uniera sin remisión a la cruzada en la que se iba a ver envuelto. Desarrollé la trama en varias ciudades españolas y en diferentes épocas sorprendentemente relacionadas entre sí. En ningún caso quise perder mi estilo literario y lo adecué a cada enclave y en cada situación».

El objetivo era buscar «un ritmo que permita una lectura rápida, sin revisiones, entretenida y sólida. Con el fin de lograr un vertiginoso y trepidante misterio desde el comienzo, salpiqué cada página con una buena dosis de picardía, terror, sensualidad, ternura, suspense y, como no, ficción a raudales. El secreto fue contarlo todo como el que escribe un diario, como si fuera real. Lo demás, es decir, el cuerpo y el desenlace del libro, llega por sí solo con la facilidad del que confía en lo que quiere contar». Una dificultad fue «enfrentarme a un fantasma que se manifestó de un modo abominable durante los años 80 y 90 en España y que no voy a develar. Solo diré que es un acontecimiento que marcará al protagonista para siempre y proporcionará el cauce por donde discurre el relato». Escribir no es un trabajo para la autora, «es un modo de vida, por eso es grato y satisfactorio hallar interés y apoyo en la editorial a la que entregas tus manuscritos. Yo lo tuve en Velasco Ediciones». No propone «reivindicaciones de ningún tipo ni es un libro protesta. Tampoco es mi intención someter a juicio creencias o fes. Solo quiero procurarle al lector una senda que le fascine y le una a mi imaginación durante las horas que dure nuestra comunión».