Cada gesto del Señor, cada palabra, se resume en la fracción del pan y el reparto del vino en la Última Cena. Su mensaje imperecedero, la institución de la Eucaristía de cada Jueves Santo, se renueva en su glorificación el día del Corpus Christi. La hermandad de la Sagrada Cena mantiene un compromiso infinito con esta solemnidad para mayor honor y gloria del Santísimo Sacramento. Y no escatima esfuerzos para adorar a Su Divina Majestad utilizando las claves más cofrades, siendo fieles a esos cánones, pero también a los de la liturgia.

Sus hermanos han vuelto a echar el resto con un soberbio altar instalado en la fachada de la sede del periódico La Opinión de Málaga, que un año más se ha querido sumar a esta fiesta cediendo sus instalaciones para que estos cofrades desarrollen toda su creatividad y la pongan al servicio del Señor. Tras este trabajo, listo ya en la noche del sábado, quedaba el remate, lo más importante: trasladar a su sagrado titular para que presidiera esta estructura efímera. Y lo hizo en la mañana de ayer, a partir de las 11.15 horas, cuando se abrieron las puertas de los Santos Mártires y comenzó a salir un cortejo de cirios sacramentales encabezados por unos niños de monaguillos que hacían agitar sus campanillas al modo de los tradicionales carráncanos.

La capilla musical del Carmen Doloroso acompañaba al trono del Cristo en pose de exaltación eucarística. Interpretaron piezas clásicas y sacramentales en el breve recorrido, el más corto posible, hasta el altar. El Señor de Álvarez Duarte, con túnica blanca y manteo rojo, ambas piezas bordadas en oro, iba rodeado por flores de distintas especies en color blanco (rosas, orquídeas, nardos, lilium o ruskus). También espigas.

Los mismos hombres de trono que lo llevaron, devolvieron al Señor a su sede canónica por la noche, en una procesión absolutamente consolidada el día del Corpus. Una vez que la custodia regresó a la Catedral, la Cena se echó a andar desde el altar, esta vez con el acompañamiento musical de la banda de cornetas y tambores de la Esperanza, que repetía un año más. Cantemos al amor de los amores fue la primera marcha. Un cielo para mi Virgen, Maestro, Eucaristía o Virgen del Rocío le siguieron por la plaza de Uncibay para marcar un ritmo solemne y parsimonioso al caminar del trono.