Ayer comentábamos cómo la biblioteca de la barriada del Torcal, la dedicada a Narciso Díaz de Escovar, parecía responder a un diseño del mundo al revés, poco acorde con las necesidades de los lectores, al tener encima un centro ciudadano que organiza talleres. Además, se encuentra en un edificio bastante diáfano y por tanto, en el que los ruidos viajan de un sitio a otro sin muchas trabas fronterizas.

Pero en El Torcal también hay rincones con expectativas mucho más halagüeñas. Es el caso de la calle Acanto que, informaba la asociación de vecinos hace pocas semanas a este cronista, será devuelta a la vida civilizada el mes que viene, si se cumplen los cálculos municipales.

Esta pequeña calle del Torcal, a pocos metros de la avenida de Velázquez, ha sido desde hace años un coqueto estercolero. En realidad, estaba obstruida por la presencia de un nave ilegal que fue finalmente demolida. En su lugar permanece un terrizo que hasta hoy se utiliza como aparcamiento asilvestrado.

El problema viene porque además, los paseantes con perro animan a sus mascotas a dejarse allí lo que haga falta, en la creencia -sin base científica- de que la tierra absorberá luego todo lo defecado. No es así, es más, los vecinos más próximos a la calle Acanto están hasta las narices de comprobar, en cuanto se asoman por la ventana, cómo sería una calle típica de la Málaga del siglo XVI y en suma, a qué olía el Siglo de Oro.

En marzo, parece, este tramo de la nave perdida será asfaltado, llegarán las aceras y también se reservará algo de aparcamiento para que no se pierdan del todo las plazas existentes.

Además, el ingreso de la calle Acanto en la civilización mejorará la comunicación con la calle dedicada al cantaor sevillano José Lebrón López, alias José Palanca, así como con el vecino colegio Manuel de Falla. Todo son ventajas, salvo para algunos dueños de perros. Qué le vamos a hacer.

Carta a un romano

En las ruinas de la guarnición romana de Vindolanda, casi en la frontera de Inglaterra con Escocia, los arqueólogos han descubierto más de mil cartas, entre ellas una invitación de cumpleaños.

Las cartas que recibían estos soldados romanos eran misivas escuetas que iban al grano y además, estaban escritas en un lenguaje correcto y sencillo.

Dos mil años más tarde, el panorama ha cambiado por completo. Los malagueños que padecen las notas oficiales de las administraciones la mayoría de las veces necesitan la ayuda de lingüistas y encriptólogos para encontrarle el sentido a un lenguaje tan cursi como laberíntico. En este sentido, quedan ya para la Historia de la Jerga Española las notas que sobre las obras del AVE a Málaga envió el Ministerio de Fomento, que en gloria esté. En este caso -como en tantos otros- hasta una carta escrita hace 20 siglos resulta más comprensible.