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Cierra la mítica cafetería del Centro

Francisco Villén, la otra mitad de Doña Mariquita

La cafetería perdió a uno de sus fundadores en 2010, Francisco Villén, hermano de Fernando, que sufrió un ataque al corazón

Francisco Villén, la otra mitad de Doña Mariquita

Con una bandeja llena de cafés en la mano, conversación ágil y culta, memoria de elefante y siempre con una historia de viajes en la boca. Muchos malagueños recordaremos así a Francisco Villén, que se nos marchó sin avisar hace ya nueve años, el 1 de marzo de 2010. Fue un golpe que nadie se lo esperaba. Un ataque al corazón dejó huérfana a la popular cafetería ´Doña Mariquita´, situada en la plaza de Uncibay, que regentó durante 17 años junto a su hermano Fernando, que este miércoles, 20 de marzo, ha anunciado que se jubila.

Muchos parroquianos y "vecinos", como Francisco llamaba a los trabajadores de La Opinión, se encontraron con la sorpresa de la noticia de su muerte. De improviso, sin nadie esperarlo, apenas unos meses después de jubilarse y tras superar una revisión médica con engañosa tranquilidad. La marcha de Francisco dejó a la cafetería sin uno de sus referentes. Su presencia como camarero durante 17 años marcó a muchos clientes, que se encontraron con una persona de gran sentido del humor y profesionalidad. Era difícil verlo quieto. Hace unos años comentaba que una vez le pusieron un podómetro y marcó cinco kilómetros recorridos atendiendo mesas. Y no fue en una de las jornadas más duras.

Un viajero incansable

Francisco Villén tuvo una vida azarosa. Muy joven se fue a Madrid con la ilusión de hacerse hermano marista. Tras dos años de estudios, comprobó que la vida le tenía reservados otros caminos. Volvió a Málaga, estudió un módulo de electricista en la antigua Escuela Franco y empezó a trabajar en Italcable. No encontró allí su vocación. Buscó otros caminos y los encontró en una zapatería que montó en los números 11 y 13 de la calle Comedias, en el llamado edificio Kodak. Allí regentó durante 22 años ´Calzados Villén´.

La llamada de su hermano Fernando para trabajar en la cafetería ´Doña Mariquita´ le hizo dejar los zapatos y cambiarlos por un sinfín de mitades, nubes, sombras y solos, sin contar con el "sandwich marinero" que servía con soltura tras prepararlo con esmero su hermano. Pero tras el camarero eficaz y profesional había una persona de una extraordinaria cultura y sensibilidad. Lector empedernido, de cuatro a cinco libros semanales, amante de la pintura, viajero incansable y cocinero destacado. Había recorrido todo el Norte de África, se declaraba un apasionado del desierto, con sus amplios espacios y contacto con la naturaleza. Marruecos, Egipto, Túnez, Argelia... fueron algunos de los países que visitó. Siempre buscando rincones perdidos, con una curiosidad inagotable por el mundo árabe y comprando especias para preparar sus platos.

La lectura formaba una parte importante de su vida. Una planta de su casa estaba dedicada a acoger libros y los cuadros que coleccionaba. Dormía poco, unas cuatro horas al día, una bendición para quien disfruta leyendo. En las páginas de libros aprendió y vivió con tanta intensidad como en su día a día.

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