La parcela ocupada por los edificios de los antiguos cines Astoria y Victoria tendrá un futuro uso cultural y comercial (proyecto Málaga All Space), pero, antes de eso, habrá que demoler los inmuebles y hacer la excavación arqueológica preventiva para ver el valor de los restos que hay en el subsuelo. ¿Qué hay en ese suelo? Hay respuestas que nos hacen tener una cierta idea de que lo podría esconderse en las entrañas de la tierra y, de hecho, así se recoge en el proyecto de intervención, desarrollado por la empresa Arqueosur y la Gerencia Municipal de Urbanismo. Puede decirse que este suelo es una muestra de la evolución histórica de la ciudad, un trozo de la memoria colectiva de los malagueños.

En el apartado de los antecedentes de investigación explican los expertos que la plaza de la Merced, donde se enclava el terreno, es el eje que articula los barrios nororientales del Centro Histórico, desde la misma área homónima hasta El Ejido-Ollerías y el de la Victoria. «Este espacio, diáfano desde los orígenes modernos de la ciudad, supone uno de los lugares más señeros y populares de la ciudad, destacando como centro social y cultural en los últimos años». Y añaden: «Ya lastrada por una profunda transformación urbanística (se refieren a la plaza) durante finales del siglo XIX y los primeros años del XX, este área había sido una incógnita para la arqueología hasta que, de unos años a esta parte, se vienen resolviendo algunas dudas sobre su origen y evolución».

Muy cerca de esta parcela, ajena al asentamiento «protohistórico pero muy cercana a las áreas de enterramiento de este periodo en la ladera de Gibralfaro», parece advertirse «su carácter suburbano durante la época romana, vinculada a una de las salidas de la urbe imperial, aunque no se tiene constancia de ocupación de facto hasta época tardía».

Es el caso, por ejemplo, de los vestigios en la confluencia de la plaza con la calle San Juan de Letrán (Gallego, 2002), «concretándose en unas estructuras con revestimiento hidrófugo que nos acercan quizás a un uso industrial». Eso sí, en el caso de recientes trabajos en solares al sur de la calle Victoria se han hallado restos de una necrópolis, con tumbas fechadas entre los siglos III y IV d. C., al igual que ha ocurrido en el entorno del Cervantes (siglos I y V d.C.). «El uso funerario de los terrenos volverá a acercarnos a su consideración como periferia del ámbito urbano», consta en el proyecto.

En la Edad Media, este entorno es «un espacio exterior de la medina amurallada que los estudiosos vienen identificando como muralla-saria, entre la Puerta de Granada y el arrabal septentrional». En un principio, se pensaba que era un espacio diáfano, pero posteriores trabajos matizaron esta hipótesis. Uno de los sondeos anteriores a los cuatro contenedores soterrados arrojó los vestigios de una contrucción de los siglos X-XI «en uso hasta el periodo nazarí». «No sería de extrañar que este conjunto se encuadrara dentro del entramado urbano del arrabal, mientras que la zona sur de la plaza, junto a la cerca, permanecería diáfana».

La toma de Málaga por los Reyes Católicos en 1487 «prolongaría el uso público de este espacio, escenario de una serie de iniciativas que culminan en la configuración de la plaza tal y como la conocemos hoy». En 1502 se reparten terrenos entre la Puerta de Granada y el Convento de la Victoria, germen del actual barrio y en 1507 se construyó el Convento de la Merced, el Hospital de Santa Ana (en la parcela del Astoria) y en 1565, el Convento de la Paz (En la plaza). La plaza mantendrá la configuración hasta el siglo XVIII. Antes, la zona se concibió como una arboleda por orden del corregidor Ramírez de Arellano (había un estanque central). La fisonomía de la plaza se gesta con la desamortización del convento mercedario, excepto la iglesia, que mantuvo el culto hasta 1931. También se colocó el obelisco central, diseño de Rafael Mitjana, dedicado a Torrijos. En la segunda década del XIX se ordenan dos espacios: un paseo perimetral y un área de estancia en el centro. Otro hito de la plaza es la construcción de las populares Casas de Campos para la emergente clase burguesa.

En cuanto a la parcela en sí, se puede concretar que la fase más antigua a la que se pudo acceder correspondía a momentos altoimperiales (siglos I-II d. C.). Se hallaron depósitos de matriz mixta de arcillas y gravas de las que salieron ánforas. Sobre esas capas, se reconoce la ocupación musulmana (siglo X), cuando se descubren signos estructurales correspondientes a cimentaciones de mampostería trabada con barro. También se hallan restos de sistemas de evacuación de aguas residuales de la época.

El Hospital de Santa Ana

Ya con la ciudad conquistada, se detectan estructuras correspondientes a un mesón. El hito principal de las construcciones, eso sí, hacen volver la mirada al Hospital de Santa Ana (siglos XVI-XIX). En la actuación dirigida por Olga Lora Hernández y luego por Antonio Malalana (2015), se investigó la organización interna del hospital, y se identificó un patio y el edificio eclesial (el primero por trabajados suelos de cantos con decoración radial y los muros perimetrales y el vano de acceso a la iglesia, que tenía una planta rectangular y cripta y bóvedas para nichos). Una inundación, señalada por un estrato de arcillas limpias, cubre el patio y, más arriba hay un nuevo suelo para el siglo XVII. También, en estratos superiores, se advirtió el uso de las dependencias como carbonería.

Al nordeste de la manzana aparecieron nuevos hallazgos con el control de movimiento de tierras dirigido por Antonio Narváez en las obras de remodelación de la plaza. En el hospital se pudo documentar una zona dedicada a uso funerario, luego integrada en el complejo con la construcción de un muro de ladrillos y mampuestos, en un primer momento, sin compartimentar, que funcionó posiblemente como «cierre septentrional del complejo».

También se comprueba cómo el hospital se construyó sobre restos del entramado urbano del arrabal musulmán. Las edificaciones previas fueron arrasadas hasta una determinada cota, con aportes posteriores; bajo ellos, destaca la presencia de una potente estructura de tapial que se interpretó como un tramo de la cerca del arrabal tanto por sus dimensiones como por su equivalencia con la torre documentada más al norte.

Además, «la destrucción del elemento defensivo para la fase nazarí implicó la destrucción de construcciones asimiladas al arrabal de Fontanilla, se arrasaron edificios coincidentes con su trazado y se impuso un viario novedoso, del que conocemos un adarve, que perfilaba los límites del callejero en esta zona, pero esta dinámica nos demuestra la continuidad del área habitada hasta muy cerca del Arroyo del Calvario y la necrópolis de Yabal Faruh».