Más de una vez han preguntado al firmante por qué en Málaga no han abundado como en otras ciudades los títulos nobiliarios.

Para empezar, al no ser conquistada por los cristianos casi hasta el minuto final, poco antes que Granada, perdió el tren de muchos títulos fraguados siglos atrás, en las tierras de frontera.

Tampoco ayudó el que, durante siglos, en lugar de recibir al turista un millón recibiéramos al apestado un millón -en sentido figurado- por la cantidad de enfermedades que entraban en nuestro puerto y que llevaban a ampliar los lugares de enterramiento, en lugar de las calles de Málaga.

Por otra parte, si observamos la línea de viejas torres que salpican nuestra costa, concluiremos que en el Siglo de Oro y siguientes no se estaba fraguando ningún 'resort' al pie de la playa, sino que había que estar en guardia frente a los piratas.

Es lógico pues que muchos nobles prefirieran pasar los domingos y el resto de la semana mucho más seguros, en sus posesiones tierra adentro, lejos de la costa, para no acabar como Cervantes, presos en Argel y a la espera de un rescate que los liberara.

Así y todo, en los siglos XVII y XVIII hubo unos cuantos nobles que vivían en Málaga, como los famosos condes de Buenavista o los de Villalcázar, aunque la mayoría se esfumó en el XIX. En ese siglo, con el pirateo venido a menos, llegó el recambio con los comerciantes ennoblecidos; sobre todo cuando Isabel II concedió, desde niña, paletadas de títulos por toda España (uno de los más bonitos, el marquesado de la Gratitud).

A un noble con posesiones y palacio en la Málaga del Siglo de las Luces le habrían temblado las canillas si las torres almenaras hubieran alertado con sus hogueras en cadena de la presencia del 'monstruoso' barco que esta semana se regodea en nuestra bahía desde hace varias jornadas.

Acostumbrados a ver los grandes cargueros y petroleros a una distancia mayor, como escualos de acero que adornan el horizonte, los malagueños que estos días pasean por la zona Este de la ciudad pueden admirar con detalle las hechuras de 'rascacielos tumbado al fresco' de esta embarcación. El programa informático 'marinetraffic' nos informa de que el barquito, no precisamente de cáscara de nuez, es un carguero de bandera panameña llamado Bremen Belle, construido en 2007.

Del carguero sabemos que unas dos semanas antes surcaba las aguas próximas a la Alejandría de Egipto. Contrasta por cierto su impresionante tamaño con el nombre, un canto a la delicada belleza de la ciudad alemana de Bremen.

El Bremen Belle ha sido testigo, desde su accidental puesto de vigía de la Bahía de Málaga, del despertar de nuestra ciudad a la Fase 1. Quizás es lo que está esperando para partir en busca de otros mares.