A estas alturas de la película hay dos cosas claras: que los promotores quieren hacer la Torre del Puerto y que el proyecto ha generado una controversia o polémica importante en la ciudad casi imposible de soslayar o ignorar. Ayer se presentó en el Gran Hotel Miramar en sociedad el proyecto de la Torre del Puerto tras los retoques que le ha dado su creador, José Seguí, para adecuarla a los requerimientos de Urbanismo tras recibir la aprobación provisional. El evento contó con las medidas de separación interpersonal y la habitual asepsia anticovid, pero todo el evento fue algo parecido a un acto de autoafirmación, porque el expresidente de Real Madrid, abogado y representante de los inversores cataríes en España, Ramón Calderón, intervino en tres ocasiones y, tal vez de forma inconsciente, se dedicó a contestar a varias de las críticas que los que están contra del proyecto han esbozado a lo largo de los últimos años.

Dijo Calderón por ejemplo que el grupo Al Alfia tiene un patrimonio inmobiliario de 4.000 millones de euros en todo el mundo y, por tanto, hay solvencia para hacer frente al proyecto; negó Calderón que se vayan a convertir en apartamentos u oficinas las habitaciones del hotel y aclaró que no se transmitirán sus derechos. Y luego puso una serie de ejemplos en los que trataba de dejar claro que, si aquí hay división, también la hubo en el París que vio nacer la Torre Eiffel o las Kio en Madrid o ahora en Moscú, con esa torre prevista de 400 metros de altura. Y, sin ser consciente de ello, estaba contestando a los críticos, a quienes se oponen al proyecto. Hubo muchas presencias, pero también sonoras ausencias: por ejemplo, estuvieron el alcalde, Francisco de la Torre, y su edil de Urbanismo, Raúl López; el rascacielos también suscitó el apoyo presencial del presidente de la Asociación de Empresarios Hoteleros de la Costa del Sol (Aehcos), Luis Callejón, o el sí de Javier González de Lara, presidente de los empresarios andaluces. Estuvo, claro, Carlos Rubio, presidente de la Autoridad Portuaria, y su antecesor en el cargo, Paulino Plata, que dio el impulso inicial necesario a la torre catarí.

No estuvieron, y llamó la atención, representantes del grupo municipal socialista, que han apoyado el rascacielos e, incluso, en una entrevista se posicionaron a favor de rebajar su altura, como ha hecho Seguí en tiempo récord. Evitaron la foto, eso sí. Y tampoco estuvo, y eso no llamó la atención, ningún concejal de Adelante, confluencia que agrupa a Podemos e IU y que se ha manifestado contundentemente contra esta torre en el dique de Levante. Calderón, por cierto, llegó a asegurar que este tipo de proyectos siempre generan disensiones allá donde se han intentado implantar, pero que luego la ciudad es feliz. Incluso, usó una metáfora bíblica, al hablar de Jesús, el mismo hijo de Dios, vino a decir, que fue crucificado pese ser quien era. La pirueta verbal fue encajada por el respetable sin hacer ningún aspaviento o mueca. Luego lamentó no cerrar el acto con un vino español y deseó que todos los presentes estén presentes en la inauguración del establecimiento hotelero, señal de que la Covid-19 no se habrá cobrado ninguna víctima. Dijo que Málaga un día agradecerá a Seguí este proyecto. El alcalde, por cierto, jugó con la coincidencia de que el acto se celebrara en otro hotel de lujo, el Miramar. En la atmósfera se respiraba cierta tensión.