Crónicas de la ciudad
El sombrero de copa de Hans Christian Andersen
A juego con la Navidad, el sombrero del escritor danés refulge al amanecer en su grupo escultórico de la Acera de la Marina
A primera hora de la mañana, el cielo se despereza con una luz tibia y bostezante. Por eso, todavía hay focos y farolas alumbrando la noche que se escapa. Lo llamativo es que algunos de los haces de luz parecen concentrarse en el sombrero de copa de un desgarbado danés que contempla el trasiego navideño de estos días con tranquilidad.
Como saben muchos malagueños, desde junio de 2005 se encuentra sentado en un banco de la Acera de la Marina y no piensa moverse. Tiene a su lado una pequeña bolsa de viaje, de la que asoma un patito de goma.
No es atrevido pensar que con algo tan poco valioso desde el punto de vista narrativo como un sombrero de copa iluminado por una farola, este danés deslavazado y feo, con universal fama de ser más agarrado que el pasamanos de una escalera y con aversión a la humildad, habría escrito un cuento maravilloso.
Por desgracia, nos dejó hace mucho tiempo, en 1875, pero trascendió los siglos gracias a sus cuentos, algunos de ellos edulcorados e irreconocibles cuando han sido llevados al cine y mucho más buenos y rotundos en la versión escrita.
130 años más tarde, con motivo del bicentenario de su nacimiento (1805), Málaga inauguró un grupo escultórico en su memoria, obra de José María Córdoba. Fue inaugurado por nuestro alcalde Paco de la Torre y por la princesa Benedicta de Dinamarca, hermana de la reina Margarita, pues se trató de un encargo de la Casa Real danesa.
Como saben, al pie de su escultura hay una frase recogida en su libro ‘Viaje por España’ y que reza: «En ninguna otra ciudad española he llegado a sentirme tan dichoso y tan a gusto como en Málaga». Algo tendría que ver la presencia de numerosos comerciantes extranjeros, incluida una importante colonia danesa, como demostraban los muchos barcos de su país natal atracados en el Puerto, cuando visitó nuestra ciudad en 1862.
En Central Park, Nueva York, hay una estatua gigante de Andersen, sentado en un banco y con el patito feo a sus pies, aunque la versión malagueña es más veraz, por el gran parecido físico de un Andersen que fue inmortalizado en muchas fotografías, una de las cuales regaló al cónsul de Dinamarca en Málaga y que conserva una familia malagueña.
Como saben, el gran autor se alojó en la Fonda de Oriente, en la Alameda, donde disfrutó de cerveza inglesa. En esta sección ya hemos contado alguna vez cómo este inmueble sigue vejado por cables indignos por la fachada y un lateral.
Quedémonos mejor con la luz que sigue iluminando al autor de La Sirenita.
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