En el plano de Málaga de 1863 del capitán Joaquín Pérez de Rozas aparece el Camino Nuevo como continuación de la calle de Barcenilla (en singular), luego Ferrándiz.
El Camino Nuevo bordea en el plano todas las estribaciones del Monte Gibralfaro hasta desembocar en la Carretera de Vélez, en una intersección que dejaba bien a la espalda la desaparecida batería costera de San Carlos, que debería de encontrarse, aproximadamente, por las cercanías del Hotel Las Vegas.
En cualquier caso, la novedad del camino estribaría más bien en su gran ensanchamiento, pues aparte de que en tiempos de la Reconquista ya se menciona un camino parecido, también se conoce que durante la invasión francesa, los soldados de Napoleón emplearon al menos una trocha similar y años antes, en el plano de 1791 de Carrión de Mula, aunque sólo se vea su arranque, ya aparece mencionada una ‘Entrada y Camino de La Caleta’ que coincide con el inicio de la actual calle Ferrándiz.
Quiere esto decir que como Paseo de Salvador Rueda, el homenaje de Málaga al gran poeta, tenía todas las de perder y hoy se impone por goleada la denominación Camino Nuevo.
Fue durante la Guerra Civil, lugar de fusilamiento, como evidenciaban varias lápidas y cruces, una de las cuales fue trasladada al Seminario tras un acuerdo entre el alcalde Pedro Aparicio y el obispo Ramón Buxarráis, pues recordaba a religiosos asesinados.
El tiempo ha borrado además unas banderas de España en los troncos de los cipreses que jalonan el camino y que, al parecer, también recordaban un lugar de fusilamiento del bando republicano, quién sabe si por la cercanía del Limonar.
Es justo este lugar el que ha dejado atrás el drama del pasado para convertirse en un trasunto de ‘El bosque animado’. Unos topes de metal parecen delimitar el terreno privado de la trocha en sí, que es como pasear por un prado pese a la vecindad del tráfico.
De momento no apuntan planes de acera en este rincón que se ha usado de almacén de materiales de obra en los cambios de tráfico de la subida a Gibralfaro y la primavera hace tiempo que ha estallado en un enclave en el que puede aparecer el bandido Fendetestas -con enorme parecido con Alfredo Landa, por cierto-.
El PGOU de 2011, tantas veces enmendado y remendado, programa para este espacio que habría encantado a Wenceslao Fernández Flórez un centro comercial y una biblioteca que, suponemos, tras la del Limonar ya no se levantará. Confiemos en que estos cambios tarden un poco más en llegar.