Crónicas de la ciudad
Así luce el mirador de la Alcazaba esta semana
Queda demostrado que en Málaga, toda atracción turística situada por encima del nivel del mar tiene tendencia a sufrir un abandono institucional digno de asombro.
No es flor de un día. Málaga no ha sufrido una súbita invasión de grafiteros nocturnos, capaces de transformar en cuestión de horas un equipamiento turístico en un indigesto galimatías de letras, suciedad y ego mal reconducido.
Como saben por esta sección, hace lustros que el Ayuntamiento de Málaga, de forma incomprensible -parece que por un desdichado reparto competencial que destapó el tarro de las incompetencias- se olvidó de la subida que los turistas recorren a diario para llegar al Castillo de Gibralfaro. Sólo en los últimos meses, eso sí, se ha notado que nuestro Consistorio ha despertado de la siesta y ha comenzado, tímidamente, a adecentarlo.
No tiene sentido que esta ciudad viva en su mayoría del Turismo, que el objetivo número uno sea aumentar hasta donde aguanten las costuras y los malagueños el flujo de turistas y luego, las atracciones turísticas estén hechas unos zorros.
Pero así es, al menos, en lo que respecta a las que se encuentran unos metros por encima del nivel del mar. Lo podemos comprobar todavía en la subida a Gibralfaro y en una atracción más reciente que tampoco es que mire cara a cara a la cima del Mont Blanc: el mirador de la Alcazaba.
Costeado en 2010, en plena crisis, con el plan Zapatero, hubo que esperar a 2017 para que se inaugurara. Esos siete años en barbecho, ese ‘cuajo administrativo’ ya nos dio una idea de lo que vendría después: una mejorable capacidad de respuesta.
Porque una de las centenares de pintadas que invaden este desdichado mirador está fechada el 6 de mayo de 2022 y hay varias de ese año. De ser ciertas esas dataciones, calculen cuánto tiempo lleva nuestro Consistorio sin pasarle la mopa.
Se entiende que en estos dos años el mirador se haya convertido en lo más parecido a un cuadro de Pollock, en especial un banco absolutamente invadido por los vándalos, que no se detienen en el acero corten y también hacen sus pinitos en una torre de la Alcazaba.
Una de las pintadas se mofa precisamente de esto último en el mirador principal («No pinteis -sic- monumentos, eso está feo»).
Resulta descorazonador, no solo el vandalismo, también la resistencia administrativa a ponerle freno con algo de brío. Con este Ayuntamiento, bastante ausente en cuanto se suben unos metros sobre el nivel del mar, todo lo relacionado con el turismo aparece unido a la palabra ‘cochambre’.
Y es incomprensible. Como en tantas ocasiones en esta ciudad, hasta que Francisco de la Torre no se dé una vuelta por el mirador y se lleve las manos a la cabeza poco se hará.
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