Crónicas de la ciudad
La huella de Malaka en la plaza del Obispo
Pese a que han pasado 2.700 años, podemos tener una idea de la ciudad fundada por los fenicios con sólo pasear con un poco de atención por esta céntrica plaza
El neurobiólogo vegetal Stefano Mancuso nos recuerda que en esto de asentarnos en un lugar fijo, la Humanidad es una recién llegada, pues sólo lleva 12.000 años ‘plantada’ en un sitio, precisamente por la llegada de la agricultura y el tener que esperar a que crecieran los cultivos.
Pero durante unos 290.000 años, lo cierto es que anduvimos de la ceca a la meca como cazadores y recolectores.
Incluso los fenicios, como saben, plantaron sus reales en el Cerro del Villar pero las condiciones poco acogedoras de ese litoral aconsejaron finalmente coger los bártulos y buscar otro emplazamiento cerca, ya a finales del siglo VII antes de Cristo. Y aquí seguimos, en esta segunda opción habitacional: la antigua Malaka.
Lo curioso es que, pese al tiempo transcurrido, todavía quedan huellas fascinantes de ese asentamiento fenicio, que ya por el siglo VI antes de Cristo mostraba signos evidentes de que de allí no iba a moverlos ya ni el Tato, por la presencia de restos de recias murallas.
Hay una huella mucho más tenue pero pertinaz de ese pasado remoto en el que ni siquiera muchos malagueños han caído. Como saben, el río Guadalmedina no dejó de añadir aportes a la ciudad, que creció gracias a él, como fue el caso más que claro de la Alameda.
Si echamos hacia atrás la máquina del tiempo y eliminamos esos aportes, en los siglos VII y VI antes de Cristo el Centro de Málaga era una minúscula península saliente del cerro de la Alcazaba y el monte Gibralfaro (ambas fortificaciones, ni en proyecto, claro).
En la punta de esa península se encontraba a su vez una pequeña elevación, que coincide con el emplazamiento actual de la Catedral.
Pues bien, en nuestros días podemos ‘palpar’ ese cerro si nos ponemos, por ejemplo, en un lateral de la fuente de la plaza del Obispo y marchamos en dirección a la Catedral. Comprobaremos que el terreno, 2.700 años después, sigue con una modesta elevación, eco de esa loma en la que, no es nada descartable, se situara algún edificio sagrado, quién sabe si un templo fenicio que luego dio paso a otro romano y siglos más tarde, a la Catedral de la Encarnación.
El arqueólogo malagueño Eduardo García Alfonso comenta al respecto a esta sección que los promontorios eran considerados lugares sagrados en la Antigüedad y por tanto, no es nada improbable que albergara algún edificio o espacio de carácter sagrado.
En el entorno de esa loma, por cierto, entre los huecos de las losas sigue creciendo la hierba como hace miles de años.
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