D­urante la última década estamos asistiendo a un proceso de evolución, que se consolidará en los próximos años, por el que el selecto club de países ricos y privilegiados de occidente se está viendo infiltrado por millones de personas que van aprendiendo el camino hacia el primer mundo.

La Unión Europea, Estados Unidos, Australia, Canadá, Japón y pocos más constituían un club de países selectos donde, vivir trabajando lo menos posible, se convirtió en el fin de una buena parte de su población. Eso sí, con unas comodidades en continuo crecimiento.

Hasta ahora, los países desarrollados, también llamados del primer mundo, han tenido en sus manos el porvenir de los menos favorecidos, el tercer mundo, porque estos carecían de medios y conocimientos para elaborar-manufacturar su materia prima, vendiéndola a muy bajo precio.

Los países productores de petróleo empezaron a romper esa dinámica, luego la caída del comunismo hizo ver las bondades del capitalismo y muchos países se fueron organizando para saber competir con la élite de naciones. Hoy este proceso está en ebullición, cada vez más países compiten y pugnan por elevar su nivel de vida. Brasil, China, India, Rusia, Indonesia, se quieren unir al tren de vida europeo, como ya lo hicieron otros países asiáticos.

El problema es que sólo ellos suman tres mil millones de habitantes que han aprendido a moverse en el capitalismo. Haciendo bandera del libre mercado que pregonaban los ricos, ahora producen ellos y venden al primer mundo rechazando el proteccionismo. En breve tendremos que contar con países como Turquía, México, Perú, Colombia y Sudáfrica que siguen la misma senda .

Se preguntan por qué los europeos ganan 10 trabajando 35 horas a la semana y ellos, trabajando 70 horas, ganan la décima parte.

Los países del área desarrollada pero menos competitivos, como España, al no producir suficiente y querer un Estado del Bienestar de primera, se endeudaron. Y no sólo ellos sino también sus ciudadanos, que vivieron por encima de sus posibilidades.

Los mercados, que por decirlo de una forma sencilla, son los que prestan el dinero a los Estados y a las entidades bancarias, últimamente están muy demonizados, y sólo porque dudan de la solvencia de algunos que gastan más de lo que producen.

Ayer, un destacado socialista dijo sin despeinarse, «…los mercados, esos dioses insaciables, a los que hay que adorar ofreciéndoles el sacrificio de los ciudadanos, subiéndole los impuestos y reduciendo sus prestaciones sociales, para que ellos ganen mucho dinero en muy poco tiempo….» Menos palabrería y más ajustarse a la realidad: gastar lo que se tiene y no tener que ir a pedir insultando a quien te da.

Inexorablemente, el capitalismo socializará el mundo y habrá un poco más de justicia. Aquellos países que trabajen más y mejor aumentarán su nivel de vida, y los privilegiados hasta ahora tendrán que aprender a vivir con menos subsidios, menos pensiones y trabajar algunos años más. Alemania mostró el camino hace años, será un proceso que tendremos que completar a pesar de las lógicas protestas.

Es humano aspirar a un nivel de vida superior, y a un mejor reparto de la riqueza entre los países. La tecnología y la apertura del mercado ha hecho que sea posible.