Así que sobre las cifras astronómicas de paro que ya registrábamos desde hace demasiado tiempo el miércoles nos enteramos que enero arrojó a otros 130.000 compatriotas a las tinieblas del desempleo y que la Seguridad Social registró 223.000 bajas. Y aún tienen el valor de presentar un pacto social que apenas es un acuerdo entre amigotes –algunas novedades legislativas se remontan a inicios del otoño y ya se ven los resultados– y ayer, encima, Merkel, la fracasada, en Madrid, con el PIB alemán por encima del 3 por ciento, el déficit en un 2,5 por ciento y ofreciendo trabajo a los españoles como no ocurría desde hacía cincuenta años, y mira que la izquierda criticó al régimen de entonces para estar ahora en las mismas y de la mano de sus progresistas dogmas y torpezas. Ni siquiera telegráficamente se puede anotar la catarata de catástrofes y paradojas lamentables que padecemos.

La única posibilidad de atisbar una solución pasa por la inmediata dimisión de ZP. Pero sus hipotéticos relevos van cayendo como moscas, desde el protomártir Bono hasta, ahora, Rubalcaba: en medio del desastre del paro se ha sabido que el número de teléfono del secretario de Estado de Rubalcaba ha aparecido en la red de llamadas del bar Faisán donde, como se sabe, algunos policías avisaban a los terroristas que otros policías los iban a detener. Es difícil imaginar un delito más grave, una traición más sucia, una jugada más deshonrosa y, encima, en las cumbres de las cumbres políticas.

España tiene remedio, pero no será fácil aplicarlo, y en todo caso es imposible cualquier iniciativa con los actuales dirigentes con mando en plaza.

Por decirlo de una manera muy plástica, España sólo tendrá solución cuando aumente aún más el paro... porque se habrá ido para casa la casta política que nos ha arruinado. Ojo, que al ritmo de producción de desempleo del pasado enero para Navidades estaremos ¡en seis millones de desempleados!