Este sábado fue el pistoletazo de salida. Curioso: Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy concluyeron la semana rivalizando en ofrecer «casi» programas electorales. El segundo, en la clausura de los cursos de FAES, delineó seis puntos básicamente genéricos en los que abordó más o menos las mismas cuestiones que, a la misma hora, trataba en su discurso, un discurso en el que se lo jugaba todo, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Que Alfredo Pérez Rubalcaba es un buen orador es algo que nadie osaría discutir a estas alturas. Tampoco se discute que tiene ideas. Buena oratoria y nuevas ideas hubo en abundancia en su discurso ante unas dos mil personas, en el que aceptó oficialmente la candidatura para encabezar el cartel socialista en las próximas elecciones, que, según algunos indicios, serán adelantadas. El único inconveniente, quizá, es que daba la impresión, al escucharle, de que Rubalcaba jamás ha estado en el Gobierno, de que todo es nuevo para él. Y, en ese sentido, uno se queda con la sensación de que su discurso acaso sea ya algo tardío.

Sin mencionar expresamente al Partido Popular excepto una vez, para subrayar que son «adversarios» y no «enemigos», Rubalcaba pronunció, sin apenas leer, un discurso de una hora, bien hilvanado en torno a cuatro ideas (crear empleo, fomentar una economía competitiva, reforzar la igualdad y el Estado de bienestar y hacer la política más democrática). Con un indudable equipaje de medidas nuevas, algunas acaso algo utópicas, el hombre que se enfrentará a Rajoy en las elecciones generales condujo por la vía de la izquierda: como se esperaba, no faltaron las alusiones a la Banca, que tendrá que dedicar, dijo, una parte de sus beneficios a la promoción del empleo de los jóvenes.

Tampoco faltó el guiño a unos «indignados» a los que, naturalmente, no mencionó excepto para hablar de lo que pide »la calle». Así, y como también se esperaba, recogió una de las peticiones del colectivo 15-m, una profunda reforma de la normativa electoral, siguiendo el modelo alemán; fue una de las iniciativas que propuso, coincidiendo en ello, por cierto, con lo que ya han expresado los nacionalistas catalanes.

Rubalcaba trata de animar a los suyos, que le interrumpieron con aplausos en decenas de ocasiones: »en esta campaña electoral, nada está escrito ni decidido de antemano». No habló de lo que dicen las encuestas, ni de cómo será una campaña electoral ya inminente en el que la persona, Rubalcaba, contará más que las siglas y símbolos del PSOE en cartelería y mítines. Pero resulta evidente que la mayoría de los presentes en este acto irrepetible entendía el sacrificio personal de un hombre que, evidentemente, lo está dando todo, aunque teniendo el fracaso como horizonte más probable.

Poco que ver, en todo caso, con el entusiasmo con el que, en la localidad madrileña de Navacerrada, a la misma hora, los asistentes al acto final de los cursos veraniegos de la Fundación FAES aclamaban a Rajoy como ya «casi» presidente del Gobierno. Y uno, leyendo lo dicho por Rajoy, y comparándolo con lo escuchando a Rubalcaba, se queda con la impresión de que vamos a vivir una campaña, un duelo, con numerosos propuestas reformistas en muchos casos, las mismas.