Supongo que es difícil de explicar, sobre todo para aquellos que son neófitos en la materia, cómo un aficionado al fútbol de El Palo, que posiblemente sea malaguista hasta la médula y abonado al Málaga CF desde «chiquitito» pudo celebrar el pasado domingo por la mañana el gol de Íñigo Martínez con la misma efusividad que si lo hubiera materializado Rondón o Van Nistelrooy. Supongo que es difícil de explicar cómo un hombre de Zamora sin ningún vínculo con la Costa del Sol consume con avidez cada información que aparece de Isco Alarcón. O cómo un gallego conoce al dedillo los números de Ighalo, delantero del Granada, como si tuviera familia en la capital nazarí.

Son sólo algunos ejemplos, pero es una demostración nada alejada de la realidad de la última fiebre del momento. Sí, las Ligas virtuales que se juegan por internet –llámese Comunio o Liga Fantástica Marca– han irrumpido con fuerza en nuestra sociedad y parece, sin duda, una de las mejores terapias para hacer más llevadera la grave crisis económica –si es que eso es posible–.

Lejos de parecer un friki del fútbol o de tratar temas banales, lo cierto es que las comunidades virtuales están ensalzando muchos vínculos de amistad. En el trabajo puede ser una buena terapia que, en muchos casos, estrecha lazos a la vez que genera competitividad. En el plano meramente deportivo, estas iniciativas están dando vidilla a una Liga bipolar entre Madrid y Barça y casi insulsa para el resto de competidores. Sin duda, en este aspecto, el Comunio es el rey de internet y se lleva la palma en los últimos años. Para los que no la conozcan, es una Liga virtual en la que se juega en una comunidad cerrada. El reparto de jugadores es exclusivo y se puntúa según sus actuaciones en cada partido. La compra-venta de futbolistas para mejorar las plantillas es alguno de los temas de debate más utilizados del momento. Estaría, sin duda, en los trending topic de las conversaciones de barras de bar o, incluso, en las salas de espera para visitar al médico. Es la mejor forma de sacar y mostrar el entrenador que todos tenemos dentro.

El Comunio no entiende de edades. Tampoco de clases sociales ni de condiciones económicas. La fiebre es tal que casi no hay aficionado al fútbol que no esté, al menos, inscrito en una Liga. Los hay que llevan hasta tres comunidades, como si fueran vidas paralelas. Es decir, la del trabajo, la de los amigos y la de la familia. Y claro, la incompatibilidad también se hace notar. A nadie se le escapa que el fútbol es un generador de emociones. Hasta ahora, los colores indicaban el camino a seguir. Sin embargo, con la entrada en escena de estas Ligas virtuales, el corazón, salvo cuando está en juego el verdadero amor a un equipo, atiende a las necesidades virtuales. Es por eso que, desde hace tiempo, un Racing-Getafe ya no parece un partido más. El fútbol no ha evolucionado, pero los sentimientos sí lo han hecho.