Lo que caracteriza a una instalación es la utilización artística del espacio exterior al antes acotado para el arte (cuadro, pared, plinto, etcétera). En ese sentido se podría considerar una instalación el juego que existe entre la ópera Peter Grimes, de Benjamín Britten, el poema que la inspira –The Borough (El Burgo) de George Crabbe– y el propio Britten. Una instalación literaria, musical, y, sobre todo, moral. La distancia entre el Grimes del poema y el de la opera es la que separa el mal del bien, el culpable del inocente, el criminal de la víctima. En la instalación, esos serían sólo dos puntos de vista, o a lo sumo una conversión tardía, gracias a Britten: una redención. Grimes, como personaje fatídico (tal vez una mala sombra que acecha a Britten), ha sido salvado, y el coro moral echado a los infiernos. ¿Una moraleja?: sólo el artista puede mover la mano del destino.