El pronóstico es reservado. Málaga ha caído en coma y las estimaciones más optimistas no anuncian una recuperación antes de tres semanas. Tiempo más que amplio para que la ciudad vuelva a recuperar un pulso que ha pasado de latir a 120 pulsaciones por minuto a quedarse en unas preocupantes 30 pulsaciones. Al menos, con lo que se ha bebido en la última semana de Feria, nos aseguramos que la hidratación sea suficiente, lo que no quita que el pronóstico sea reservado.

Las funciones vitales de la ciudad cayeron el domingo en picado. La cabalgata «post-Feria», que intentaba rememorar la conquista de Málaga por los Reyes Católicos y recordó por momentos a la fiesta de Moros y Cristianos de Alcoy, llevó a la calle a muchos malagueños, aunque no a todos los esperados. Los cuerpos no están cansados tras siete días de intensa feria, es que no responden. Y si lo hacen es acompañado de un intenso dolor de cabeza, boca pastosa y el estómago todavía bailando al ritmo del estribillo ese del «Dale mamasita al takatá». Es curioso cómo la Semana Santa culmina con el Domingo de Resurrección y la Feria termina con el Domingo en Coma. Ambos, además, se alargan en el tiempo. Por un lado están los 50 días de Pascua y, por otro, 20 días de resaca.

La jornada de ayer fue todo un ejemplo de ese estado comatoso en el que entra Málaga durante estos días. Había muy pocos malagueños en la calle, ya que varios miles de cruceristas, decepcionados por encontrarse una ciudad cerrada a cal y canto, sí paseaban como pavos descabezados por el Centro. Las carreteras estaban prácticamente desiertas, salvo en las cercanías de la playa y lo justo para llevar los cuerpos cansados a practicar el tumboning en la playa. Los pocos y valientes restaurantes que abrieron ofrecían incluso la posibilidad de sentarte y no tener que luchar en una melé de rugby para llamar la atención del camarero.

Además, la fiesta local de ayer provoca cierto desconcierto. La extrema y total calma que se vive en la ciudad contrasta con la vitalidad que se respira a pocos kilómetros de aquí. Basta llegar a La Cala del Moral o a Torremolinos, por poner los núcleos más cercanos, para comprobar que existe vida más allá de la ciudad y de la Feria.

La abulia postferial es la necesaria medicina para recuperar una ciudad que maltrata el Centro durante esos días. Un maltrato inevitable por la concentración de miles de personas en unas pocas calles. Ahora toca luchar contra la suciedad acumulada, los malos olores y la alteración de la rutina que hemos sufrido durante los días pasados. Necesitaremos estos días en coma, en los que Málaga quedará relegada a las funciones básicas que le permitan vivir, al tiempo que su maltratado cuerpo se recupere para reiniciar una vida €no necesariamente mejor y sí con más IVA€ en septiembre.