Cuando cae un héroe desplomado desde el cielo tras un salto estratosférico a 39.000 metros de altura diciendo: «Ahí arriba es un mundo distinto»; aquí abajo no dejamos de percibir y ahondar en las diferencias, tanto de longitud como de altitud social, de este globo en el que deshabitan millones de personas. El paladín austriaco observó durante cuatro minutos -poco tiempo para la reflexión- un orbe desigual y aterrizó para concluir con una hazaña incompleta, volver a respirar la pobreza perenne de este planeta. Se define completo con la acepción: «Lleno, cabal, acabado, perfecto». La vida en su propia dinámica pervive por su naturaleza instintiva. Los ciudadanos-adalides siguen insistiendo en perdurar tras una pirueta al vacío en lo cotidiano, sumergidos en un submundo donde los colores estelares pasan a un plano onírico y en el que el sueño lidia con la realidad más vacía.

Lo lleno ya está vacante; lo cabal se tergiversa; lo acabado queda por construirse y lo perfecto sabemos que es una gran utopía inconclusa. De nuevo, concluyo hoy 17 de octubre -casualidad o causalidad- con otra jornada global, más grave si aún me lo preguntan: Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Extrapolemos el término de penuria junto al entorno más cercano, hacia nuestras existencias adyacentes: en estas fechas, sin electricidad-iluminación en un colegio de Miraflores por las pocas luces de las administraciones involucradas; «la recesión vuelve a llamar a Málaga»; «los recortes en Sanidad agravan las listas de espera y deterioran la asistencia»; «paros convocados por el sindicato de estudiantes en protesta por la reforma educativa y el aumento de las tasas universitarias»... Hablemos de conciencia para todos y hallaremos la propia como término de proceder. La pobreza -como dice Muñoz Seca- iguala las diferencias sociales; aprendamos de ella para acercarnos a la verdad: «Si te dan un papel pautado, escribe por detrás», Juan Ramón Jiménez. Habrá de buscar el reverso a la cuartilla.