Francisco de la Torre, María Gámez y Pedro Moreno Brenes acudieron el pasado lunes al colegio Manuel Garvayo de Málaga a visitar las aulas y a someterse en una de ellas -de quinto de Primaria- a las preguntas que los pequeños, de un bendito sinfín de nacionalidades, quisieron formularles. También oyeron la lectura que los chavales hicieron de varias cartas que dirigían a los citados políticos. El alcalde y los portavoces de grupo están bastante acostumbrados a largar el rollo al más pintado. En el pleno o en ruedas de prensa, charlas, seminarios€ En alocuciones bien a salvo de interrupciones o réplicas. Minutos y minutos por delante para explayarse en el micrófono.

En los colegios es otra cosa y nadie está a salvo de una sana impertinencia por muy estiradete que sea el interlocutor. Brenes es profesor de Derecho y está habituado a lidiar con veinteañeros que le interpelen por la nacionalización de los medios de producción, la manumisión en Roma o las ordenanzas sobre terrazas pero éstos son más chicos y suponen una pequeña prueba de fuego. Gámez no está tan acostumbrada a dar clase, aunque sí a dar doctrina. Sobre la media dedicación en política, por ejemplo. Gámez está utilizando mucho últimamente el despacho para reunir a sus ediles y decirles que menos despacho y más calle. Ninguno de los alumnos le dijo que la ve mucho por la calle.

A De la Torre le da igual darle la mano a un ingeniero que a un niño, a un sindicalista de Limasa que a un conductor de la EMT, a un cura o a una ama de casa. Tiene experiencia en todos y con todos y lo malo con él no es hacerle una pregunta. Lo malo es la respuesta.

De la Torre es alguien a quien le preguntas cómo está y va y te lo cuenta. Dicho sea esto con la mayor admiración a su cordialidad y habilidades dialécticas, su bien entendido concepto de las relaciones públicas y su proverbial educación. A De la Torre le da igual que lo lleven a un colegio o al matadero, él se pone el traje de alcalde de buena mañana, una vez que ha nadado pensando en la ciudad y ya no se quita el hábito hasta que aterriza en su casa a la hora en la que las pelis del Plus ya llevan una hora. Y no sabemos si entonces opta por ver la segunda parte, cena melón o sigue hablando. Los chavales preguntaron por la limpieza y los ediles tuvieron el buen gusto de no polemizar delante de ellos. También preguntaron por las instalaciones deportivas.

A Brenes ya todas estas cosas, y sea bien entendida la afirmación, comienzan a traérsela al pairo, toda vez que está presto a abandonar el Consistorio. Un castizo con dotes para la exageración diría tal vez que se la trae floja, lo cual sería indigno de tan elegante prohombre aunque no falso diagnóstico si es proferido en taberna. Para los chavales la experiencia fue como un recreo.