Apoteosis de los vinos de ronda, por José Becerra

Los vinos de la ciudad del Tajo viven un momento brillante. Por calidad, aroma, sabor y demanda de los mercados se han convertido en objeto de deseo para quienes desean acompañar los manjares que suben a sus manteles con un vino que ya es todo un referente en el panorama vitivinícola de España. Ha costado Dios y ayuda regenerar los predios afectados por la filoxera, la devastadora enfermedad de la vid que asoló campos y los convirtió en yermos en el pasado siglo. La solución vino de la mano de injertos sobre raíces nativas de lugares resistentes al maligno insecto. Los bodegueros rondeños de ahora recogieron las enseñanzas de sus precursores, ensayaron nuevos métodos de viticultura y elaboración de los caldos hasta ofrecer la espléndida realidad presente.

En apenas un decenio, la elaboración de vinos ha conocido una impresionante renovación. De los vinateros antiguos se recogió lo mejor de seculares métodos de producción, desechando viejas costumbres, y superponiéndose a ignorancias que lastraban el despegue de unos vinos que ahora descuellan en el mundo de la enología. Los campos de vid proliferaron en el término de manera inusitada. Estas legendarias plantas leñosas de tronco retorcido, corteza rugosa y hojas palmeadas, tomaron asiento en los suelos terrosos rondeños y hoy ofrecen a la vista, en época de floración, una novedosa perspectiva en campos llanos, difiriendo de los más de las veces abruptos y encumbrados que caracterizan a la Serranía. Responsables bodegueros realizaron una reconversión que hoy es digna de elogios. La vinicultura tomaba cartas de espléndida naturaleza en el territorio serrano. Así lo reconoce la Diputación de Málaga, que acaba de destinar 400.000 euros para potenciar el sector y reformar las entradas a los viñedos, entre otras actuaciones. El consumidor, ante una amplia gama de excelentes vinos se ve ante, como dicen los franceses buenos entendedores de vinos, l’émbarras de choix, o sea, la dificultad de elección, que decimos por estos pagos. Tintos, rosados, generosos o dulces; jóvenes los unos, de buena crianza, los otros; sin olvidarnos de las nobles reservas o los de buena crianza. Ronda posee ahora un nuevo atractivo para visitarla: la degustación de vinos y las visitas a bodegas añosas. No todo iba a ser iglesias antiguas, austeros cenobios, viejas muralla, baños árabes, palacios blasonados, casas solariegas y calles recoletas, y asomarse desde el Puente Nuevo a la profundidad brumosa del Tajo. O el pero, el chorizo frito, el queso en aceite, los guisados de chivo lechal o rabo de toro. Que también, que todos esos alicientes son señas inequívocas de su identidad. Su vinillo tinto, color rojo cereza y rubí, de exquisito bouquet, largos retronasales de fruta madura, armonía y amable sabor en boca, disputan la atención a todos esos méritos arquitectónicos, paisajísticos o gastronómicos, con ser todos de suma importancia. La Navidad es un tiempo propicio para disfrutar de la cata de unos caldos excepcionales.