Hubo una vez en la aldea un chamán que se postuló tres veces para jefe, hasta que ganó por goleada y se puso a trabajar y a ilusionar a los díscolos hispaliotes. La consigna era olvidar los quinientos años de matarnos unos a otros y empezar juntos un nuevo camino hacia la paz y el progreso. Les habló de una cosa llamada bienestar social, que los hispaliotes no entendieron hasta que comprobaron que cada vez se vivía mejor en la aldea, que los ancianos eran recompensados por los esfuerzos de una vida, y que Hispalia era de los hispaliotes y no de los sinvergüenzas de Wall Street.

Nadie sabe cómo aquel brujo embaucó e ilusionó a su gente, la puso a trabajar, le dio salud y medicinas gratis a los mayores, enseñanza limpia a los niños y universidad a los jóvenes, y encima les construyó autopistas y trenes voladores, les abrió canales a sus productos que fueron a vender a otras lejanas aldeas y le sacó una pila de billetes a un enemigo político al que sedujo con lascas de pata negra.

Quizá la clave fue trajinarse a ese jerarca, pactar la economía con los vecinos galos, los elitistas druidas isleños, los frívolos gnomos itálicos y los especialistas de la destrucción masiva, y lograr así sortear, sin caerse, los precipicios de los mercados financieros, las primas de riesgo, las trampas de los enanos especuladores, para situarse en el club selecto de los europeitos € Pero en eso, el godo que se «jartaba» de pata negra en Casa Lucio tuvo que largarse y dejar paso a nuevos métodos de sus sucesores y a una pitufa cuellicorta, antisocial y fea. El chamán había dejado encarrilado el camino, pero sabido es que entre los hispaliotes siempre prevalecieron dos pecados muy dañinos: la avaricia y la envidia, en términos actuales las privatizaciones y el quítate tú que me pongo yo.

La tarta se hizo demasiado grande y había que recuperarla. Y se inició el ataque a muerte a nuestra aldea, cuyo nuevo e inútil chamán, entrenado y azuzado por perros de presa en la perversión del desguace y la demolición, está cumpliendo a rajatabla las órdenes de la pitufa de machacar a los aldeanos que antes disfrutaban del bienestar social y ahora salen al anochecer a hurgar en la basura. No quedan ya aldeanos que no se hayan manifestado: jueces, policías, bomberos, mineros, universitarios, escolares, médicos, funcionarios, periodistas, investigadores, maestros, agricultores, ganaderos, barrenderos, músicos, artistas, taxistas, informáticos, impresores, actores y muchos más que podreis agregar. ¡Socorro! Están reventando la aldea. Se llevan los millones impunemente. ¿No habrá nadie por ahí capaz de apañarnos otro chamán como aquel que hace treinta años nos sacó de la mierda?

*Rafael de Loma es periodista y escritor

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