Me cuentan que los exvotos de los que, conmovido, aquí escribí hace un año, han sido retirados del altar de la Virgen de la Salud en San Pablo. El párroco así lo ha decidido. Sorprendente forma de celebrar el Año de la Fe, pienso. Los exvotos, decía entonces, tanto como de fe sencilla, son pruebas de la impotencia del hombre por mucha técnica que la ciencia desarrolle. Son testimonios de religiosidad popular, de confianzas humanas en la presencia de lo sagrado, súplicas en oraciones íntimas que certifican una atribulada búsqueda de ayuda y protección. Es posible que su exhibición pueda alentar devociones acaso desviadas por ingenuas, pero dudo que quienes cuelgan un patuco infantil o la foto de un familiar enfermo junto a una capilla aspiren a súbitos prodigios mágicos. Más bien, intuyo, se acercan al altar como la hemorroísa se acercó a Jesús para tan sólo tocar su manto, según narra San Marcos.

Quién sabe€ Doctores tiene la Iglesia, cuya ley, por cierto, especifica en su vigente canon 1.234 que: «En los santuarios o en lugares adyacentes, consérvense visiblemente y custódiense con seguridad los exvotos de arte popular y de piedad». Y cabe preguntarse: ¿Sólo en los santuarios? ¿Cuáles son esos lugares adyacentes? ¿Qué distingue a un santuario de otro templo?

El canon 1.230 nos aclara algo: «Con el nombre de santuario se designa una iglesia u otro lugar sagrado al que, por un motivo peculiar de piedad, acuden en peregrinación numerosos fieles...». ¿Cuántos fieles van, peregrinan, diariamente a la parroquia de San Pablo? Es allí donde, además de al Santísimo, se venera a Jesús Cautivo, a la Soledad o la Salud, cuyo altar presentaba un centenar de exvotos.

¿Y un centenar de exvotos, miles de flores, decenas de lamparillas, representan mucho o poco? ¿Serán sus motivos de piedad lo suficientemente «peculiares»? No sé responder a esto. Es difícil valorarlo. Tan difícil como pastorear una feligresía. Lo que sí sé es que Jesús se interesó por la hemorroísa y no le preguntó tanto. Se limitó a escucharla y luego le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

Los cánones y la inquietud por desviaciones doctrinales, obviamente, vinieron mucho después.